La magia más poderosa 7


Capitulo 7. El precio.

Siempre creí que me odiabas. Incluso el día de mi Ascensión, cuando me mostré a ti y al mundo tal y como yo quería ser, pensé que incluso así te había decepcionado. Por eso me fui sin mirar atrás.

Extracto del diario de Yennefer de Vengerberg.


Año 1245

-¿Estás segura de esto?- preguntó Philippa Eilhart, sosteniendo aquel pequeño paquete de papeles atados con un cordel, en cuyo lacre roto podía verse estampado el sello del rey de Aedirn.- Estaremos en paz y no te deberé nada.- insiste la hechicera de piel oscura y cabellos rizados que enmarcaban toda su cabeza en una perfecta corona que parecía obedecer los caprichos de cada día de la coqueta maga.

Tissaia de Vries había enmascarado mediante magia el aspecto demacrado y abatido que había arrastrado durante los días anteriores y se plantaba orgullosa y recia ante su antigua conocida.

-No te hagas de rogar, Philippa, ya te he dicho que sí, doy por saldada tu deuda. Una vida por otra.- afirma no dejando traslucir su impaciencia.

Sin embargo Philippa seguía desconfiando, le parecía demasiado fácil.

-Es cierto, una vida por otra, pero esperaba que me pidieras algo que tuviera que ver con salvar tu propia existencia, tu estatus o tu adorada academia.- deja caer la muñeca para extender el fajo de cartas de nuevo hacia la directora, la cual los coge controlando el temblor de sus manos. La hechicera de piel oscura no lo impidió y siguió hablando- Nunca calculé que alguien llegara a importante tanto como para perder tu mejor baza.

-¿Te crees que tú eres mi mejor baza? Sigues teniendo un concepto demasiado elevado de ti misma.- responde con condescendencia.

-Lo que tú digas, pero sabes que mi posición en Redania me permite acceder a la práctica totalidad de lo que pasa en el Continente. Podrías haber preguntado por los movimientos de Nilfgaard, o por lo sucedido con la princesa estrige en Temeria, o incluso por la niña nacida del seno de Calanthe y el derecho de la sorpresa.- comenta, no para tentarla, para eso ya es tarde, pero parece regodearse en la información que posee.- Y sin embargo me preguntas por un trabajito que el rey Demavend encargó a un mago renegado… ¿para salvar a otra renegada?- los ojos de Philippa se entrecierran como si le costase comprender algo.- Si no te conociera diría que esa tal Yennefer te importa, pero eso imposible ¿verdad? La gran Tissaia de Vries es fría, cruel e incapaz de sentir…

-¿Has acabado? Tengo más asuntos que atender que seguir siendo testigo de tu autocomplacencia.- interrumpe con molestia. Sabía que Eilhart estaba intentando examinar sus reacciones busca de una pista, de un conato de información, una sospecha aunque fuera de lo que Tissaia se traía entre manos y la directora sabía muy bien que la maga era muy buena en deducir información para luego contrastarla y usarla para sus fines, por lo que era absolutamente necesario no bajar la guardia y poner su mejor cara de póker.

La de tez oscura ensanchó su gran y atractiva sonrisa de perlados dientes y negó con la cabeza, acercándose a la ventana de aquella humilde habitación en Ban Ard.

-Como quieras, ha sido un gusto hacer negocios contigo, Tissaia, por última vez, claro. Sospecho que la próxima vez que nos veamos no será en tan amables circunstancias.

La directora no dijo nada, no le daría la satisfacción a Philippa de enzarzarse en una batalla dialéctica de la que seguiría tratando de extraer información.

Decepcionada porque su intentona cayera en saco roto pero sin dejar que se notase, Philippa se subió al alféizar de la ventana con forma de arco y simplemente saltó por ella. Cualquiera pensaría que la morena acababa de cometer un suicidio injustificado, pero Tissaia no se movió, observando como una lechuza se alejaba volando raudamente hacia el horizonte. Una lechuza volando durante el día debía ser algo que llamase la atención, pero normalmente la gente está demasiado ocupada mirando al suelo como para percatarse de un hecho tan insólito, y así es como Philippa conseguía información, su talento para metamorfosearse en multitud de animales siempre la colocaba en los mejores escenarios para observarlo todo sin llamar la atención.

Tissaia aguantó la posición unos momentos más hasta que perdió de vista al animal y luego se permitió relajarse, pero no dejó que desapareciera el hechizo que ocultaba su dolor, debía presentarse fuerte ante el Consejo, el juicio estaba por empezar y nadie podía notar su afectación. Ni siquiera Yennefer. Apretó el fajo de cartas en su pecho y se dispuso a abandonar la habitación, con la barbilla bien alta y el rictus de la plena serenidad dibujado en su cara.


Durante el mediodía, Yennefer es conducida afuera de su celda de manera sorpresiva, nadie le avisó de que hubiera algún cambio de planes, sin embargo no tenía otra opción que obedecer. Caminó por los pasillos fuertemente escoltada por magos cuyo rostro permanecía oculto tras máscaras, seguramente para evitar represalias en el futuro, aún ataviada con aquellos malditos grilletes que apenas le dejaban fuerzas para caminar. Incluso imaginar lo que le esperaba a continuación suponía un denodado esfuerzo para la débil mente de la hechicera. No recibió ni una sola palabra o instrucción durante el camino, tan solo el pasar de un corredor a otro, de una escalera a otra y de una puerta a la siguiente aliviaba la monotonía de aquel momento.

Su corazón estaba inquieto, hoy no había visto a Triss y estaba preocupada por lo que pensaría cuando fuera en su busca para la visita que le había prometido y no la viera allí. Tras meditar sobre ello, una sonrisa cruzó los labios de Yenn; ella misma no sabía si se estaba dirigiendo al patíbulo y sin embargo aún pensaba en que Triss se quedaría desolada al no encontrarla en su celda.

Repentinamente su escolta se detuvo y ella hizo lo propio, estaban en los pisos superiores de aquel edificio, al final de un corredor de piedra de color arena se encontraba una puerta de arco apuntado, también de madera con grabados en hierro forjado, probablemente formaban un ritual de protección de la estancia. Los magos que la acompañaban se quedaron atrás mientras uno de ellos abría la puerta y aguardaba a que la maga entrase, sola. Cuando lo hizo, cerraron a su espalda y Yenn se encontró con una sala ricamente decorada, llena de tapices, alfombras y muebles de madera pesada y primorosamente tallada. Ante ella una silla espartana sin reposabrazos, la única que estaba aparte del resto que encontraban ocupadas por un grupo de gente que estaban dispuestos en un cerrado círculo, dándole la espalda a la puerta por la que había entrado.

Y entonces supo qué hacía allí, era su juicio, casi se sorprendía de tener derecho a uno; conocía a la mayoría de los magos allí reunidos aunque había hablado directamente con muy pocos.

Mientas se sentaba en la incómoda silla que habían reservado para ella, continuó escrutando a los miembros del respetable Capítulo de la Hermandad de los Hechicero, el órgano de gobierno supremo de todos los magos del Continente. Nerviosa, se mordió el labio inferior, buscando a Tissaia entre los reunidos, pero no hallándola entre las caras que sí podía ver por estar en el lado contrario al círculo, supuso que debía estar tras el alto respaldo de alguna de las que le daban la espalda.

-Podemos empezar.- anuncia la voz de un hombre sentado a la derecha del círculo, cuya identidad había quedado parcialmente vedada para Yennefer pero que, al tomar la palabra, se levantó. Se trataba de Stregobor, el rector de Ban Ard, la morena le conocía de oídas principalmente, sabiendo por boca de su maestra que era uno de sus principales rivales políticos.

Y aquel al que le encantaría ver tu cabeza clavada en una pica.” pensó tragando saliva sin apartar la vista del anciano hechicero.

Le parecía tremendamente hostil y teatrero que fueran a juzgarla con ella presente mientras ignoraban su presencia, como si fuera un mueble más, pero era evidente que el proceso no podía empezar sin ella. A la mente le vino que aquel era uno de los cambios que Tissaia y su facción política habían impulsado en aras de favorecer un proceso judicial más transparente ya que antes eran a puerta cerrada y el acusado ni siquiera tenía derecho a saber si éste se había producido, desprotegiéndolo aún más. Sin embargo de poco servía estar presente si no tenían pensado darle un turno de palabra, lo cual no parecía que fuera a suceder.

-Ante nosotros llega la renegada, quien con sus actos ha manchado la imagen de esta noble Hermandad al abandonar sus obligaciones en el reino de Aedirn.-dramáticamente, Stregobor saca una carta de sus ropajes y la extiende para que todos vean como la lee, aunque probablemente se la sabía de memoria.- El rey Demavend se ha puesto en contacto conmigo para declarar que considera esto una traición por parte de la Hermandad y expresa su deseo de que la renegada sea condenada a muerte si es que la Hermandad desea seguir teniendo tratos con su reino.- expone y cierra la misiva, dejándola en manos del hechicero de su izquierda quien la abrió para examinarla con atención antes de hacer lo mismo que su predecesor.

Yennefer dedujo que aquel era el sistema de aportar pruebas o documentación, todos los miembros del Capítulo tenían la oportunidad de ver in situ las pruebas e incluso de hacer las comprobaciones mágicas de veracidad que considerasen oportunas antes de darlas por buenas.

Mientras la carta recorría las manos de los magos, la de los ojos violetas localizó por fin a su maestra gracias a que ésta había cambiado de postura y la manga de uno de sus reconocibles vestidos asomó por el lateral de su enorme asiento de madera labrada. El mago que estaba a su derecha le entregó a Tissaia el documento cuando llegó su turno y el corazón de Yennefer dio un vuelco al ver que sus manos quedaban unidas tras el intercambio, en un gesto afectuoso que duraba demasiado como para que sólo fuera un gesto de apoyo. Sus dedos entrelazados reposaban cómodamente en la madera y la ansiedad del vacío dejado por el Caos volvió a sentirse dolorosamente en la boca del estómago de Yenn.

-Bien ¿quién va a pronunciarse en la defensa de la acusada?- pregunta Stregobor mirando a los miembros de uno en uno, deteniéndose finalmente en la parte del círculo que Tissaia y el hombre con quien su mano estaba unida ocupaban. Ese hombre se levantó y Tissaia lo hizo con él, único momento en que Yennefer pudo clavar su mirada en la nuca de su amante con verdadera desesperación. Ahora podía saber quién era el hombre que tomaba su mano, era Vilgefortz, el mago guerrero que se rumoreaba que mantenía una relación con la directora de Aretusa, aquel que Yennefer había visto una vez hacía tanto tiempo y que ya entonces podía verse una gran complicidad con la hechicera.

El cuchillo de los celos se abrió paso entre la carne de la de los ojos violetas que tuvo que luchar por controlar sus emociones puesto que, además de causarle gran dolor debido al control que la dimerita ejercía sobre su Caos, también suponía que su gesto podía traslucir la gran turbación que estaba sufriendo en su interior y bajo ningún concepto iba a permitir que eso pasase. No iba a mostrarse débil ante aquellos hombres decididos a condenarla sin siquiera mirarla a la cara.

-Tissaia de Vries y Vilgefortz de Roggeveen.- pronuncia la mujer en pie, y como parte de la función teatral, Stregobor tomó asiento a tiempo para recuperar la carta que él mismo había hecho circular y ponerla de nuevo a buen recaudo. Yenn no dudaba de la veracidad de ese documento, el rey Demavend deseaba que muriese puesto que con ella moriría su secreto de que contrató a un mago para asesinar a su mujer y a su hija recién nacida. Un nudo se le formó en la garganta, realmente no se había planteado que todo esto pudiera terminar en su ejecución, no era algo nada habitual en la Hermandad y sin embargo ahí estaba la petición y parecía que iba a ser secundada por Stregobor y a saber por quién más.

La declaración de intenciones de Tissaia y Vilgefortz no pareció sorprender a nadie, al fin y al cabo, ella era la tutora de la susodicha y él su amante, por lo que sólo quedaba escuchar sus argumentos.

Tras la presentación, y esto sí que fue una sorpresa, Tissaia tomó asiento y fue el hombre quien empezó a hablar, avanzando hasta ocupar el centro del círculo.

-¿Desde cuando dejamos que los reyes nos digan cómo obrar la justicia dentro de nuestras filas? ¿Acaso les decimos que ejecuten a sus soldados cuando escupen a nuestros pies al pasar? ¿Pedimos la cabeza de aquellos intrigantes que conjuran contra las magas de confianza en las cortes? No, claro que no. Reportamos, pedimos explicaciones y a según se haga, tomamos nota.- empieza con bastante fuerza en la voz, provocando algunos asentimientos de cabeza entre los más afines.- El rey Demavend se ha extralimitado exigiendo la cabeza de nadie por cuya sangre fluya el Caos, si aceptáramos si quiera considerar su petición ¿qué será lo siguiente? Yo lo diré, lo siguiente será que nos digan qué magia podemos utilizar, cuándo y cómo enseñarla. Y nos dirán también cuando hablar y cuando callar. No olvidemos la razón por la que se creó esta Hermandad.- una pausa dramática perfectamente ensayada, Yenn empezaba a dudar de que este hombre fuera guerrero y no actor.- Para proteger el Caos y a sus practicantes. Sea cual sea el veredicto de este sabio Capítulo, pido que votemos ahora para que la pena de muerte quede fuera de toda posibilidad, ahora y para siempre.

Dedicó una última mirada a todos los miembros, reparando varios segundos extra sobre Stregobor, como si le retara y volvió a su asiento recostándose delicadamente y con elegancia.

-¿Votos a favor de mantener la pena de muerte en caso de hallar culpable a la renegada?- pronuncia Tissaia con determinación y el corazón de Yennefer se vuelve un puño al ver como algunas manos se levantan, la de Stregobor, por supuesto, pero también los de sus miembros más afines. Sin embargo, su mayor aliado, Artorius Vigo no siguió esta vez al anciano, manteniendo su mano reposada en su regazo.

Desde su posición Yennefer no podía contar todas las manos alzadas, pero estaba casi segura de que no eran mayoría. Sin darse cuenta estaba al borde del asiento presa de la inquietud.

-Denegada la propuesta.- dice otro mago, uno muy muy anciano con larga barba blanca y ojos azules tan claros como el cielo temprano.- La pena de muerte será descartada, aceptando todos los miembros la resolución de este juicio en los términos por los que nos venimos rigiendo. La acusada se enfrentará a la pena habitual, el encarcelamiento de por vida en una prisión de dimerita. ¿Aceptamos acatar la resolución de este Juicio?- pregunta al aire, por puro protocolo, no se esperaba otra respuesta que no fuera una afirmación más o menos silenciosa por parte de todos los miembros.- Sea pues, leamos las causas.

Ahora fue Artorius quien se levantó con los dedos entrecruzados por delante de su cuerpo.

-La renegada es acusada de traición a la Hermandad, pues estando al servicio del rey Demavend de Aedirn, decidió huir de un asalto en el camino, dejando a su suerte a parte de la familia real, cuyos cuerpos no han sido encontrados pero que han sido dados por muertas debido al ataque de un monstruo. En la escena se encontraron al resto de la compañía masacrada por las garras de una criatura desconocida y no había signos de batalla mágica en el lugar.- relata y los acontecimientos vuelven a la mente de Yennefer como si volviera a estar en aquel terrible lugar, ese camino nevado que  jamás debieron pisar.

Sufrieron una emboscada, el mago comandaba a una criatura monstruosa para que le hiciera el trabajo sucio, matando primero a los guardias y luego dirigiéndose a ellas, Yennefer había invocado un portal para huir del peligro pensando que así estarían a salvo, pero el mago, por algún motivo fue capaz de seguir su rastro, algo imposible, salvo por el hecho de que la mujer tenía un artefacto encantado entre sus joyas, regalo de su maravilloso marido. Yennefer fue entonces abriendo un portal tras otro inútilmente hasta que su Caos casi se agotó y el mago se cobró la vida de la mujer que la acompañaba, la entonces esposa de Demavend. Yenn trató de huir con el bebé pero el mago no iba a permitirlo y renovó su ataque, la hechicera acabó con el monstruo haciendo que ésta se clavase sus propias garras y huyó, pero el bebé no pudo soportar tanto vaivén por el Caos y cuando se dio cuenta, había fallecido entre sus brazos.

Una lágrima resbaló silenciosa por la mejilla de la maga y agradeció que nadie le estuviera prestando atención, por lo que pudo limpiársela a tiempo. Mientras estaba perdida en sus pensamientos, Tissaia se había levantado, iniciando su discurso de defensa y portaba unos documentos en su mano los cuales entregó al mago de su derecha y éste al siguiente, parecían una serie de cartas.

-…como pueden ver en las pruebas que aporto, el rey Demavend llevaba tiempo disgustado con su esposa, culpándola de su incapacidad para darle un heredero varón. En la correspondencia con familiares y consejeros afines, comentaba la posibilidad de volver a contraer matrimonio con una mujer cuya capacidad de traer hijos varones ya hubiese sido puesta a prueba. Se detallan varios nombres que no vienen al caso.- comenta mientras todas y cada una de las cartas eran examinadas por el consejo.- Queda patente entonces la urgencia del rey por deshacerse de su primera esposa.

-Pero eso no demuestra nada Tissaia ¿qué hombre no piensa en deshacerse de la ingrata compañía con que a veces debe cargar?- Stregobor se ríe y alguno de sus más cercanos le asienten, convencidos- Pierdes el tiempo…

-Un momento, no hemos acabado.- interrumpe Vilgefortz, haciendo callar al anciano con un tono grave en la voz.

-No, claro que no.- continua Tissaia, retomando la palabra, continua con la exposición poniendo un nuevo fajo de cartas a disposición del círculo.- A continuación se detallan numerosas misivas firmadas por el rey en las que demanda buscar un asesino a sueldo para que ejecute un trabajo. Al final de ellas verán la respuesta positiva de alguien que afirma ser la persona indicada, y que además tiene la capacidad de hacer que parezca obra de un monstruo.- conforme se va explicando, los hechiceros reunidos van señalando partes de las cartas en su poder y asintiendo con la cabeza, tan sólo los más cercanos a Stregobor permanecen impertérritos.

Yennefer se mantiene expectante, asombrada incluso, incapaz de imaginar cómo Tissaia ha conseguido toda aquella documentación pero por primera vez desde que se despertó en aquella celda hacía ya cuatro días, sentía la esperanza naciendo en su pecho.

-Igualmente…-Stregobor vuelve a la carga intentando salvar los pedazos de su argumentación.- La renegada tenía la obligación de permanecer en su puesto y luchar para defender a sus acompañantes.

-¿Y quién dice que no lo hizo?- preguntó Vilgefortz, dándole el relevo a Tissaia quien acudió a sentarse, pues las normas del Capítulo no permitían que hubiera más de un miembro de pie en posesión de la palabra.- Como Artorius ha señalado, aún no han sido hallados los cuerpos de la mujer y el bebé, por lo que me inclino a pensar que, dado que la acusada es una experta en creación de portales, pudo haber iniciado la huida acompañada de sus majestades.

-Tal vez…-acepta a regañadientes Stregobor, en tono bajo y dubitativo, intentando ver por donde atacar de nuevo. – Pero igualmente debió regresar a Aedirn y recabar estas pruebas para presentarlas al Consejo en una acusación formal.

-Un mago tiene derecho a proteger su propia vida ante todo. – interrumpe ahora el mago más anciano, el de la larga barba blanca. Su intervención provocó que Vilgefortz volviera a sentarse para dejar hablar al hombre que se levantó con ayuda de un bastón.- Ha sido así desde la creación de las leyes de la magia, en los tiempos de la primera Hermandad. La renegada optó por proteger su propia vida a sabiendas de que podría ser acusada de traición, pero volver a Aedirn hubiera supuesto una muerte segura.- resume el viejo hechicero, exponiendo la realidad que todos tenían en mente.- Es la misma razón por la que tú no fuiste juzgado, Stregobor, cuando tuviste que esconderte de aquella que quería asesinarte en Blaviken.- recuerda muy oportunamente el hombre, sin asomo de ninguna emoción el rostro, tan sólo haciendo el paralelismo más lógico.

Cuando Yennefer volvió su vista instintivamente a la posición de Tissaia como para intentar adivinar cómo estaba reaccionando aunque no la viera, sus ojos se toparon de nuevo con una imagen que apagó la luz en su mirada. Las manos de ambos magos volvían a estar cómodamente entrelazadas y ahora hablaban en susurros confidentes entre ellos, sonriendo y felicitándose mutuamente. El corazón de la hechicera se partió en mil pedazos al ser testigo de su perfecta complicidad, dándose cuenta de que daba igual cómo acabase el juicio, ella había perdido algo en todo esto. Algo que tal vez ni siquiera le perteneció nunca. ¿Acaso alguna vez Tissaia le había dicho que la quería? No claro que no…ella tampoco se lo había dicho, no había nada entre ellas, nada que tuviera derecho a reclamar. Yennefer se hundió pesadamente en la silla mientras los ancianos hablaban de los pormenores de ambos casos, debatiendo detalles que ahora se le antojaban insignificantes. Simplemente sus ojos violetas se habían quedado atrapados en aquella estampa tan idílica que los dos magos formaban, una pareja bien estructurada y asentada, funcional y que todos aprobaban. Recordó su último encuentro con Tissaia en la posada, como se entendían entre las sábanas y cómo lo estropeaban todo con palabras…eso nunca le pasaría con Vilgefortz, él sólo parecía tener ojos para ella. Él nunca le haría daño.

Pasó una cantidad de tiempo indeterminada en la que Yennefer estuvo perdida en sus propios pensamientos y tan sólo algo pudo sacarla de su ensimismamiento.

-…por lo tanto, Yennefer de Vengerberg, queda libre de toda acusación, pero se le prohíbe volver a tomar parte de los asuntos de las cortes, siendo relegada de sus servicios, queda libre de la consideración de renegada y puede abandonar la sala.- pronuncia Artorius Vigo ahora sí, mirándola directamente y pronunciando su nombre por primera vez en todo el proceso.

Yenn se quedó estupefacta sin saber qué hacer, sus labios se movieron pero no emitieron sonido alguno.

-Y puede abandonar la sala.- reitera Vigo, notándose una leve incomodidad en la voz, entonces alguien entró por la puerta de su espalda, uno de los magos que le habían acompañado y se apresuraron a quitarle los grilletes de dimerita, que cayeron pesados al suelo, con un sonido sordo que apenas retumbó debido a lo grueso de la alfombra y los pesados tapices que recubrían la sala.

Y así se resolvió, sin celebración, sin aplausos, sin abrazos. Un tema más del orden del día; Yennefer fue conducida fuera, puesto que aquella invitación a salir no era sino una revocación del derecho a permanecer en la estancia donde ahora se debatirían otros importantes asuntos del Capítulo de los que ella ya no formaba parte. Ni siquiera pudo mirar a Tissaia de nuevo, ni darle las gracias, ni…nada. Se quedó allí parada, sola en aquel corredor, hasta los escoltas se habían ido, no siendo ya su responsabilidad nada de lo que pasara con ella.

¿A esto sabía la victoria? Yennefer paladeaba el sabor amargo y metálico de la sangre en su boca, la cual se había provocado al morderse los labios por la tensión. Se sentía abandonada, sola, sentía que no había nadie a quien le pudiera importar. Tissaia había cumplido su parte, pero era evidente que tenía otra vida aquí, otras preocupaciones…otro amor. Y ella no tenía derecho a pedirle nada, le prometió que la sacaría de aquella cueva y así fue.

Yennefer empezó a andar por el pasillo adelante, necesitando alejarse de este lugar, de esta opresión que le aplastaba el pecho, aunque ya no llevaba la dimerita puesta seguía notando el estómago revuelto y sólo sentía ganas de vomitar.

Conforme caminaba sus pasos parecieron ir recobrando un poco el sentido, como si al andar fuera dejando lastre atrás. Y es que Yennefer era ante todo y sobretodo, una superviviente. Había sobrevivido a cosas peores, a su infancia, a su adolescencia, a las pruebas de Aretusa y al intento de asesinato de un rey. Y ahora acababa de salir airosa del juicio de la Hermandad, no habían podido condenarla. No habían podido con ella. Y ahora era libre, libre de irse y de hacer lo que le viniera en gana, ni siquiera debía volver a cumplir con sus obligaciones. Y estaba libre de Tissaia, ella ya la había superado, sólo se habían estado usando durante décadas, sólo placer. Si fue a aquella cueva era porque había sido su mentora y el Capítulo la habría obligado a hacerse cargo de la situación, qué estúpido sería pensar que lo había hecho por alguna clase de sentimiento. No, nada de eso.

Aceleró el ritmo, su vestido hecho pedazos se agitaba como un huracán tras ella, el Caos regresaba a su interior, bullendo como una olla en el fuego, presto a obedecer sus deseos, la magia se canalizó a su alrededor, tornando sus ajados ropajes en una vestimenta toda negra como era habitual en ella, totalmente limpia y recompuesta, un vestido que dejaba al aire los hombros y ceñía su esbelta figura, empoderando su cuerpo y también su ánimo, se juró que no vestiría con harapos ni un solo día más de su vida, la magia le daría todo lo que necesitase.

Al doblar una esquina vio una figura frente a ella mientras que el Caos seguía obrando sus deseos limpiando su piel y sus cabellos, una mujer de espesa melena pelirroja se abalanzó sobre ella con una carrera desesperada.

-¡Yenn! Que angustia, no te encontraba por ningún lado ¿Cuándo te has cambiado? ¿Ya fue el juicio? ¿Cómo estás?- mil preguntas brotaron de los labios de Triss pero ninguna fue respondida.

-Lo siento Merigold, ahora no puedo. Debo irme.- ataja de una sola vez la de los ojos violetas, que apenas se dignaron a ver a su amiga, para desconcierto de ésta.

-¿Qué? ¿Te vas? ¿A dónde? Espera Yenn…- tuvo que apretar el paso en pos de la morena, puesto que parecía muy dispuesta a dejarla atrás.- ¿No vas a esperar a que Tissaia…?

-No. – interrumpe con violencia al escuchar ese nombre.- Cada una tiene su vida, dale las gracias de mi parte por defenderme.- la frialdad con la que hablaba, tan distinta a cómo habían sido estos últimos días con ella estaba dejando desconcertada a la pelirroja, para la que todo estaba pasando demasiado deprisa como para entender nada.

-Pero tu…y ella… ¿vosotras?- confusa intenta poner orden en sus pensamientos.

-No hay un nosotras. Nunca lo hubo. Adiós Triss. Ya nos veremos.- y deseando acabar esta incómoda conversación, Yennefer, extendió una mano para luego girar la muñeca y abrir un portal en mitad del siguiente pasillo por el que desapareció con su enérgico caminar sin dar ninguna opción a la pelirroja a seguirla o a preguntar nada más. El pasillo se quedó tan vacío y tan silencioso como si la de los ojos violeta nunca hubiera estado allí.

Triss Merigold se quedó allí plantada, sus facciones desencajadas denotaban una absoluta perplejidad, sin duda algo muy grave debía haber pasado, Yennefer estaba irreconocible, tal como era en los tiempos inmediatamente posteriores a su Ascensión, toda orgullosa, altiva, fría y distante, puede que incluso más ahora.

La pelirroja ocupó uno de los bancos de piedra que se hallaban diseminados en aquel pasillo y pareció sumirse en sus propias elucubraciones durante largo tiempo, tanto que no se dio cuenta de ello hasta que una voz conocida la sacó de los mismos.

-¿Se ha ido, verdad?- Tissaia se mostraba ante ella toda erguida y recta, su semblante era una máscara de fría neutralidad, ambas sabían que ya conocía la respuesta a esa pregunta.

-Tissaia… ¿qué ha pasado?- pregunta Triss, ignorando la pregunta de la directora.

La maestra tiene fija la vista en el punto exacto en el que Yennefer había convocado un  portal para desaparecer, parecía que aún pudiera notar la magia emanando de aquel lugar.

-Es mejor así. Será mejor que vuelvas a tus asuntos, Merigold.- le recomienda, no en un tono violento ni desagradable, pero tampoco afectuoso ni propio de la situación que acababa de ocurrir.

Triss se levantó dispuesta a plantar cara a la directora pero entonces una voz masculina llamó su atención a espaldas de la gran hechicera, en la entrada del pasillo.

-Tissaia ¿vienes? Aún tenemos que tratar eso de…ya sabes.-Vilgefortz parecía esperarla pero con cierta premura, aunque había habido un innegable tono de cariño en la forma que tenía de reclamar su atención.

Y entonces Triss comprendió, mirando a los ojos de la directora. Supo con el suficiente nivel de detalle lo que había ocurrido, lo que Tissaia había permitido que pasara. Quizás lo que ella misma había orquestado.

-Así que… ¿así la vas a proteger?- pregunta la pelirroja, bajando el tono a uno más suave, más afligido y decepcionado.

-Es mejor así.- concluye, de nuevo, Tissaia mirándola también a los ojos y girándose en redondo para acudir junto al mago que la esperaba, tomándose de su brazo ante la mirada sombría y llena de pesar de la pelirroja. Una expresión que era la viva imagen del fracaso.

Se habían salvado, las dos. Pero ¿a qué precio?