La magia más poderosa 6


Capítulo 6. Ban Ard

Ante aquel espejo, sujetando torpemente el vestido gris que habías elegido para mí, para mi Ascensión, me dijiste que cerrase los ojos. Me dijiste que imaginase a la mujer más poderosa del mundo. Con los ojos cerrados, yo solo podía verte a ti, Tissaia. Sólo a ti.

Extracto del diario de Yennefer de Vengerberg.

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Año 1245

La dimerita es un mineral que se encuentra disperso por todo el mundo, especialmente en el sur, tiene propiedades antimágicas que anulan el poder de cualquier usuario del Caos, privándole de su conexión y también de su salud mientras esté en contacto con ella. Podía utilizarse en forma de polvo, fabricando artefactos explosivos con ellos por ejemplo o para crear prisiones mediante aleaciones con hierro y otros metales. Es un arma cobarde y pendenciera, propia de aquellos que no son capaces de derrotar a la magia por sus propios medios.

Yennefer recordaba sus lecciones en la escuela mientras estaba sentada en aquel camastro, observando los grilletes que rodeaban sus muñecas, sentía la quemazón del maldito mineral al contacto con su piel, era casi lo más desagradable que había experimentado nunca, no tanto por la incomodidad física que le causaba, que era importante, como por la desazón emocional de sentirse absolutamente sola, aislada, tullida, igual que si le hubieran cortado una pierna. No podía creer que Tissaia le hubiera hecho eso.

Miró a su alrededor por tal de pensar en otra cosa, pues cada vez que la rabia formaba un nudo en la boca de su estómago, sentía un doloroso vacío en su pecho, una ansiedad incontrolable. Se encontró en lo que intuía debía ser un sótano, debido a la ausencia de ventanas, las paredes son de roca excepcionalmente labrada y pulida y la luz estaba siendo generada de manera mágica, pues parecía venir de todas partes y de ninguna a la vez, como si emergiera de las mismas piedras, siempre con la misma intensidad, más bien tenue pero que permitía ver perfectamente. En realidad, para tratarse de un calabozo, era una estancia muy cuidada, sin barrotes, la entrada y salida sólo podía hacerse a través de una puerta de madera de aspecto pesado y sobre la cual se habían grabado runas mágicas, Yenn pudo suponer que cualquier intento de forzarla o destruirla sería en vano. Y sin embargo a pesar de ello le habían puesto grilletes de dimerita mientras estaba inconsciente.

Definitivamente después de su inspección al lugar había llegado a dos conclusiones. La primera era que no estaba en Aretusa. La segunda era que el Capítulo debía tenerle mucho miedo, y eso le hizo esbozar una sonrisa cáustica.

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Triss Merigold había abandonado repentinamente sus obligaciones en Temeria tan pronto como se había enterado. No fue a través de Tissaia y eso la enfadó un tanto, pero ya tendría tiempo de pedirle explicaciones, sino por medio de la persona que menos esperaba. Sabrina Glevisig le había escrito una sucinta nota, prácticamente un telegrama, pero que serviría para activar todas las alarmas en la mente de la pelirroja.

“Yennefer está en Ban Ard.”

Aquello no podía ser nada bueno, Triss sabía que su amiga había huido de sus obligaciones y del control del Capítulo hacía unos años, nunca supo los motivos, parecía un asunto que turbaba demasiado a la rectora de Aretusa así que había evitado el tema conscientemente. Sabía que por ello se la había declarado renegada y que eso suponía que cualquier miembro de la Hermandad debía dar lo mejor de sí mismo en la destrucción o captura de aquellos que obtuviesen tan cuestionable honor; claro que una cosa era lo que se escribía en el papel y otra cosa es que se derivasen verdaderos esfuerzos en la caza de aquellos magos, en realidad nadie hacía nada por buscarlos mientras que no hicieran mucho ruido.

Por eso, saber la noticia de que Yennefer había sido encontrada y capturada sólo dio fruto a un pensamiento fatídico en la imaginación de la maga.

-Yenn ¿qué has hecho?- preguntó al aire mientras destruía la nota para que nadie pudiera seguir su rastro.

Sin dilación, Triss dejó cartas a los asesores del rey para que supieran lo que debían hacer en los próximos días y, aludiendo a causas de “extrema gravedad” y de “alto secreto” en el seno de la Hermandad, la hechicera se excusó con el rey Foltest mediante otra misiva. No era un momento en que su ayuda fuera imprescindible en el reino, desde que la maldición de la princesa Adda fue rota por el brujo apodado “el lobo blanco”, la tranquilidad soporífera habitual había regresado a la corte, por el bien de todos, especialmente de la princesa, quien debía aprender a toda velocidad lo que la maldición le había robado.

La hechicera dejó escapar un suspiro inconsciente al recordar su aventura con el brujo, Geralt de Rivia, un mutante fruto de la magia perteneciente a una raza cuyo único propósito era matar monstruos; sin embargo él era diferente, supo ver que la princesa no era una criatura que mereciese la muerte, sino una niña maldita y arriesgó su vida por tal de devolverle su humanidad. Aquello había conmovido el corazón de Triss y había lamentado la marcha del brujo tanto como si se hubiese llevado con ella una parte de su corazón. Quizás lo había hecho.

Negando con la cabeza apartó aquellos pensamientos de su mente, ahora debía estar centrada, tenía que ayudar a su más vieja amiga, no podía permitir que nada malo le ocurriese a Yennefer. Creó un portal que la llevó directamente a la escuela para magos varones de Ban Ard, situada en un antiguo complejo de edificios élficos abandonados mucho tiempo atrás, a las afueras del reino de Kaedwen, bastante lejos de su capital, Ard Carraigh, al menos en lo concerniente a distancia física porque en la práctica, el rey de Kaedwen mantenía una estrecha vigilancia sobre la academia regida por el hechicero Stregobor, algo a lo que Sabrina se prestaba muy alegremente ya que el viejo mago no era de su agrado en absoluto. Seguramente sería gracias a esa animadversión que pudo obtener la información y decidió hacérsela llegar a su antigua compañera de escuela.

Merigold apareció dentro de los confines de la academia, en uno de sus grandes salones dedicados al estudio, ella nunca había estado allí pero no le hacía falta, pues se acercó al primer estudiante que se puso en su camino y, con un tono severo que no admitía réplicas exigió:

-Vengo a ver a Tissaia de Vries.

El chico, bastante joven, se quedó parado como si no hubiese visto una mujer en su vida, y probablemente fuera bastante cierto, blanco como el papel miró a todos lados en busca de una escapatoria que no encontró.

-Eh…no…Bueno, sí pero…- tartamudea el estudiante compungido.

Los ojos de Triss brillan de manera amenazante, la paciencia solía ser un punto en ella, pero en esta ocasión no tenía tiempo que perder. Por fortuna para el jovencísimo estudiante, una voz interrumpe su conversación desde el otro lado de la sala.

-¿Quién la busca?- dice un hombre de tez muy oscura, barba negra y cabello azabache, que vestía con una túnica azulada estrictamente abrochada. No era mayor, pero sus ojos albergaban gran sabiduría. La atención de Merigold pasó del chico, quien vio su oportunidad de despedirse apresuradamente y desaparecer, al hombre, a quien observó como si fuera una amenaza.

-Triss Merigold.- se presentada, manteniendo una pose firme y alerta.- ¿Y tú eres?

-Istredd.- se presenta el mago con una sofisticada reverencia.- ¿Vienes de Aretusa?

-Algo así.- enigmática, sus instintos le decían que podía confiar en aquel hombre, pero su mente se negaba a bajar la guardia.- Llévame con ella.

El tal Istredd separa una de sus manos que tenía enlazadas a la espalda y se mesa la barba, dando unos pasos hacia la pelirroja, como si estuviera evaluándola.

-¿Cómo sabías que ella se hallaba aquí?- inquiere, pasando por alto la pregunta de la hechicera.

-Es sencillo. Si una de nosotras está aquí en contra de su voluntad, sé que nuestra directora hará lo imposible por permanecer cerca de ella.- espeta con impaciencia, mostrando sus cartas tal vez demasiado pronto, pero la urgencia de saber qué estaba ocurriendo era más de lo que quería soportar.

La sincera respuesta de Triss sorprende a Istredd que se queda un tanto paralizado, como si su cerebro tratase de hacer girar los engranajes con la nueva información.

-¿Eres amiga de Yenna?- pregunta, su tono había cambiado totalmente, volviendo mucho más sentido y humano, dejando atrás la hostilidad inicial.

-Sí. Y sé que está en apuros.- revela en un tono más cálido también, no le había pasado por alto que ese hombre debía conocer bien a la hechicera para utilizar ese diminutivo, que no era el que otras personas utilizaban para hablar de ella, tenía una tonalidad más intima incluso.

-Y que lo digas. Ven conmigo.- responde, sombría su mirada, echa a andar con enérgicos pasos por la sala en la dirección contraria a la que venía, al cruzarla subieron por una escalera y atravesaron varios corredores, internándose en las profundidades del edificio.

-¿De qué conoces a Yennefer?- preguntó Triss sin poder sacarse eso de la cabeza.

-De hace muchos años, cuando empezó a estudiar en Aretusa, yo contaba con un permiso especial para estar en las cuevas de Tor Lara, bajo la Torre de la Gaviota. Yennefer y yo…solíamos vernos allí.- parece un tanto dubitativo antes de revelar esta información, pero lo hace al fin y al cabo.

Triss ata cabos con rapidez; la Torre de la Gaviota era un lugar de poder en la misma isla donde se hallaba su academia donde Tissaia solía llevar a sus alumnas para realizar rituales y practicar los hechizos más peligrosos y potentes, era fácil conectar con lo más primitivo del Caos en aquel lugar, razón por la que creía que Yennefer iba a concentrarse en aquella época con cierta asiduidad. Ahora acababa de descubrir que en aquella cueva se producían otra clase de estudios también.

-¿Erais amantes?- inquiere de golpe, provocando la inquietud y un leve sonrojo en la morena tez del hechicero.

-Baja la voz, por favor.- le pide mirando alrededor- Éramos amigos y…da igual, fue hace mucho tiempo.- escurre el bulto mirando obstinadamente hacia delante.

La pelirroja parpadea incrédula unos momentos, afanándose por seguir el ritmo de las largas zancadas de Istredd.

-¿Y qué pasó?- insiste, curiosa, como si intentase armar un complejo puzzle.

-Nada. Sólo que se acabó.

-¿Así sin más?

-Así sin más.- repite el hombre tenazmente.

-Ya…- la maga no parecía nada convencida, intentando recordar más cosas de aquella época como si buscase algo que no le terminaba de encajar. Y entonces lo vio claro.- Eres el que le reveló al Capítulo que Yennefer era un cuarto de elfa.- afirma tras pensarlo un instante, sus ojos se quedan fijos en el semblante del moreno para ver si había acertado en su deducción. Y la vergüenza que ve en los ojos oscuros de él le revela más que si hubiera verbalizado cualquier disculpa.

-Yo…Stregobor me presionó y…estuvo mal.- niega con la cabeza, volviendo a entrelazar sus manos a su espalda y aflojando el paso, como si hubiera recibido un golpe en la boca del estómago.- Fue un terrible error.

-La traicionaste.- ataja Merigold, no con deseo de hacer leña del árbol caído, pero es una mujer a la que le gusta llamar a las cosas por su nombre.- Y ella nunca te ha perdonado.

Sin saber qué más decir, Istredd deja escapar todo el aire de sus pulmones y su rostro se relaja, dejando ver la debilidad y el hombre detrás de la apariencia de piedra que quería dar. En el fondo de su corazón estaba estupefacto de que esta maga hubiera penetrado en sus sentimientos con la facilidad con que un cuchillo corta la mantequilla, recuerdos que había enterrado en lo más hondo de su ser ella los había sacado a la luz sin proponérselo.

-Eres una persona intrigante Triss Merigold. Entiendo porque Yenna es tu amiga.- dice solamente antes justo de pararse junto a una puerta al final de un largo pasillo.- Aquí está Tissaia, yo debo volver a mis asuntos. Ha sido un placer conocerte.- realiza otra corta reverencia, recuperando su apariencia formal e imperturbable.

-Yo no sé si puedo decir lo mismo. Adiós, Istredd.- algo tensa debido al disgusto del descubrimiento que sin querer había hecho, Triss se despide con frialdad y se gira hacia la puerta de madera lisa sin ornamentos y levanta la mano para tocar en la misma, sin embargo no llega a hacerlo.

-Pasa, Merigold.- le llega un voz desde el interior, una que conoce muy bien.

La pelirroja gira el picaporte y se adentra, cerrando tras de sí.

-Tissaia.- saluda sin alegría al verla.

La rectora de Aretusa se hallaba sentada en una humilde silla, redactando en un atestado escritorio, demasiado pequeño para los pergaminos y volúmenes que albergaba. Tal y como había sospechado la pelirroja, esta debía ser una de las habitaciones reservadas para los estudiantes de la academia, parecida a las que ellas mismas había ocupado en su escuela, contaba con las comodidades justas para considerarlo una habitación, una cama, un escritorio, un pequeño armario y una cómoda sobre la cual había una palangana de agua fresca. A diferencia que en Aretusa, aquí no había un espejo.

-¿Stregobor no tenía una habitación de invitados para alojarte?- pregunta ceñuda, mirando con desdén a su alrededor, viendo el indigno espacio.

-La rechacé.- asevera tajante la hechicera, escribiendo a toda velocidad con su pluma mientras con un dedo seguía una línea de letra extremadamente pequeña de un avejentado tomo.

Triss recibió la respuesta con incomodidad, no sabiendo qué decir al respecto, se acerca hasta la mesa y observa los tomos en los que la directora está trabajando.

-“Leyes mágicas”, “Código de la magia”…- va leyendo los títulos de las obras en voz alta, buscando romper el obstinado silencio con una conversación útil para ambas.- ¿Qué pretendes Tissaia? Sea lo que sea puedes contar conmigo, estoy aquí para ayudar.

-Lo sé. Yo he hecho que vengas.- responde la maestra, dejando perpleja a la pelirroja, de nuevo.

-Pero Sabrina me…

-Sabrina te escribió porque yo se lo ordené.- confirma, acabando la línea que estaba escribiendo y dejando la pluma en el tintero.

Cuando se giró hacia la maga, ésta pudo observar lo demacrada que lucía su antigua maestra, apenas quedaba rastro de su formal rectitud, profundas ojeras se marcaban en sus ojos, su cabello estaba desordenado y vestía unas ropas que eran poco más que una bata cómoda llena de manchas de tinta.

-¿Cuántos días lleva Yennefer encerrada?- pregunta Triss, directa.

-Tres.- responde sin rodeos, sabiendo perfectamente la razón por la que la pelirroja había hecho esa pregunta.

-Entonces llevas tres días sin dormir.- afirma dando un paso hacia delante para tomar a la orgullosa maestra por los hombros y fundirse en un abrazo con ella, uno tremendamente cálido y sentido, reconfortante y que decía más de lo que se podía expresar con palabras.

Tissaia respondió al abrazo unos instantes después, elevando sus manos cuanto podía para posarlas en la espalda de la hechicera, haciendo su mayor esfuerzo por aguantar las lágrimas.

Sus cuerpos permanecieron fundidos durante largos segundos, hasta que la directora carraspeó, incómoda e hizo el gesto de separarse, en parte por salvaguardar un poco de su dignidad y en parte para evitar el llanto.

-No tuve otro remedio, Triss, Stregobor estaba decidido a matarla.- explica aunque la pelirroja no ha preguntado nada, por lo que se apresura a cortarla.

-Eso ya da igual. – interrumpe con un gesto de la mano- Hiciste lo que consideraste más correcto, lo necesario para salvarla. Lo demás no importa.

-Usé dimerita.- confiesa, como si necesitara quitarse un gran peso de encima con aquella revelación.

-Lo entiendo.- se apresura a superar su sorpresa inicial para no hacer sentir más culpable a Tissaia de lo que ya debía sentirse.- Conozco a Yennefer, habría sido capaz de consumirse en el Caos antes que dejarse derrotar. Hiciste lo correcto.- reitera, tomando las manos de la hechicera y sin romper el contacto visual, buscando aportarle seguridad y confianza.

Triss sabía que la rectora necesitaba ahora más que nunca sentirse respaldada, si había alguna forma de sacar a Yenn de este asunto sólo podía ser mediante una Tissaia en pleno uso de sus facultades.

Pareciera que su ánimo caló en la maga, puesto que logró componer una sonrisa agradecida y un brillo de esperanza volvió a sus ojos, era como si lo que más hubiera temido era el juicio de su antigua alumna.

-¿Qué puedo hacer?- pregunta la pelirroja, apretando las manos de la hechicera entre las suyas, afectuosamente, con gran convencimiento.

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Yennefer se puso de pie y en guardia al notar que la cerradura al otro lado de la puerta cedía por algún mecanismo metálico y pesado, en tres días no había visto abrirse aquel umbral, la comida simplemente aparecía en una bandeja en el suelo de la celda cada día y el agua de la palangana se renovaba mágicamente de igual manera en períodos regulares.

Todo su cuerpo se tensó, alzando las manos por instinto, el tintineo de la corta cadena que unía sus muñecas la devolvió a la dolorosa realidad; estaba indefensa y debilitada por la dimerita, pero aun así se preparó para plantar cara a lo que viniese.

-¡Merigold!- ahoga un gritito de sorpresa al verla aparecer, su melena pelirroja y su inagotable sonrisa parecieron llenar la pobre estancia.

La otra maga no se lo pensó dos veces y cubrió la distancia que la separaba de su amiga para abrazarla estrechamente.

-Para para Triss, te harás daño…-protesta Yenn, no pudiendo impedir que el material de sus grilletes tocase a su amiga, pero esto no pareció frenarla.

-Da igual. Dioses estaba tan preocupada…- musita en su oído, cubriendo de besos su mejilla y cabello, apretándola con todas sus fuerzas. Sin poder evitarlo sus ojos se cubrieron de humedad mientras aspiraba el perfume de su amiga. Habían pasado muchos años desde su última correspondencia y aún más desde su último encuentro en persona, nunca pensó que su reunión tuviera lugar bajo estas circunstancias.

-Vale, no, en serio, aparta por favor…- susurra una Yenn serena, y su debilitada voz llamó la atención de la pelirroja lo suficiente para sacarla de sus propias emociones y se separó, apurándose en sostenerla ya que notó que las piernas de la morena casi flaqueaban y la ayudó a volver a sentarse en aquel incómodo camastro.

Triss podía notar el efecto de la dimerita en su propio cuerpo, tan sólo con su cercanía sabía a ciencia cierta que su conexión con el Caos estaba severamente mermada y percibía también un súbito agotamiento en sus extremidades, como si llevara cientos de kilómetros a cuestas o hubiera escalado una alta montaña. Y todo esto sólo por la cercanía del mineral, no podía ni imaginarse lo que Yennefer debía estar padeciendo.

-Lo siento.- se disculpa la pelirroja, tomando las manos de su amiga, con la vista clavada en esos endemoniados grilletes.

La de los ojos violetas se quedó un tanto sorprendida por la declaración de su amiga y sacudió la cabeza.

-¿Por qué?- pregunta, confusa.

-No lo sé. Por no haber estado aquí antes…por no haberme preocupado más cuando tus cartas dejaron de llegar…por no intentar buscarte para ayudarte cuando te declararon renegada…-empieza a barruntar la hechicera, mordiéndose el labio inferior con gran pesar y hubiera seguido de no ser porque Yenn la detuvo apretando sus manos con todas las fuerzas que tenía.

-No, nada de eso Triss…si hubieras ido tras de mi te habrían considerado renegada a ti también. Yo me vi obligada a dejar mi lugar porque el rey trató de matarme, por eso renegué del Capítulo, no quise involucrar a nadie más. Pensé que sólo tenía que desaparecer.- confiesa con un tono trémulo que a duras penas es una sombra de la autoridad con la que solía hablar.

-Lo sé…lo sé…- ataja la pelirroja, elevando la mano para limpiar las lágrimas del sucio rostro de su amiga.- No entiendo qué pudo pasar, nunca se persigue a magos renegados en realidad, salvo que hagan daño a los intereses de la Hermandad o causen turbulencias en el Caos. Y supongo que no eres tan tonta para hacer algo así… ¿no?- pregunta al final levantando una ceja con un deje de duda y media sonrisa nerviosa.

-Ay claro que no Triss, me conoces perfectamente.- protesta la otra negando con la cabeza y poniendo los ojos en blanco.

-Vale vale…tenía que preguntar.- se disculpa encogiéndose de hombros- Pues es de lo más extraño…

-Yo creo que no, creo que Tissaia me ha vendido.- suelta de golpe la maga morena, con la mandíbula tensa por la rabia repentina.

-No. No digas eso, no es cierto.- niega Merigold, tajante.

-¿Cómo estás tan segura?- replica con violencia.- Estuve con ella la noche antes de que me cogieran, la pasamos juntas, Triss… juntas como antaño. Ella venía a verme a cada sitio nuevo que llegaba, sabes que puede localizarnos en todo momento. Sólo ella ha podido…

-Te aseguro que no. Tissaia está desviviéndose por sacarte de aquí, está sufriendo por ti, Yenn, la he visto.- asegura fijando su vista en ella con tal seguridad que sembró la duda en el convencimiento de su amiga.

-Pero ella…ella me capturó…-balbucea confusa.

-Por salvarte la vida.- interrumpe, seca.- Stregobor está decidido a acabar contigo de la manera que sea, había cazadores de sus filas en todo el entorno, no hubieras salido de allí con vida.

-¡Pues entonces que me hubiera dejado morir!- explota, rabiosa, agitando sus manos encadenadas, el Caos trató de arremolinarse en su interior pero de nuevo ese vacío la dañó en las entrañas provocando un gemido de dolor que la dobló por la mitad, obligándose a abrazarse a sí misma.

Triss asistió al doloroso episodio con impotencia, llevando sus manos a la espalda de su amiga para abrazarla como pudiera.

-Shh…calma por favor Yenn, calma o te harás más daño.- le suplica acariciándole el cabello.

Pasaron unos largos segundos sumidas en un silencio abrumador, solo interrumpido por el tintineo de los grilletes de Yennefer que se agitaban al convulsionar ésta en un llanto silencioso.

-Sabes que ella nunca permitiría eso.- continúa Triss en un tono bajo y suave, sin dejar de frotar los hombros de la morena como si quisiera darle calor y fuerza.- Tissaia mataría por ti si con eso supiera que estarías a salvo.- asevera con tanta seguridad que sus palabras penetran en la armadura que Yennefer se había conformado alrededor, había sido más fácil odiar a Tissaia que comprenderla, había sido más fácil convencerse de que todo había sido mentira que aceptar que su dolor era también el de ella.

Ella estaba prisionera por unas cadenas físicas pero las de Tissaia eran más férreas y difíciles aún de romper y sin embargo tiraba de ellas para hacer cuanto pudiera por salvarla. Aunque eso conllevara su desprecio.

Poco a poco, el odio en el interior de la morena se diluyó como la tinta arrastrada por un río de claras aguas y se permitió llorar con fuerza en el hombro de su amiga, lloraba por ella, por Tissaia, lloraba por haber permitido que su egoísmo las dañase a ambas. Sus convulsiones eran frenadas por el cálido abrazo de su amiga que apenas lograba contener su propia emoción al sentir la desesperación de aquella poderosa hechicera, tan frágil entre sus brazos.

-Llora Yenn…tranquila. Estoy aquí. Estoy aquí.- asegura en voz baja, besando sus cabellos.

-Y ahora qué… ¿qué vamos a hacer?- consigue articular entre lágrimas, luchando por serenarse sin mucho resultado.

La pelirroja sonrió suavemente, cerrando el abrazo sobre su amiga, aunque ésta no podía ver su mueca.

-Tissaia tiene un plan. No te preocupes. Todo saldrá bien.- garantiza Triss, convencida y sin soltar el abrazo a Yenn, cuya respiración notó relajarse, aunque aún sentía las lágrimas calientes derramándose en su vestido.

Se preguntó cuánto llevaba Yennefer sin llorar de aquella manera, realmente la sentía en catarsis, desahogando todo el miedo y la frustración acumulada, quien sabía si por años. Así que la dejó tranquila, siendo el hombro amigo que ella necesitaba, aunque no probablemente el que quería, pero Tissaia apenas podía sostenerse a sí misma y tenía que estar centrada así que estar con Yennefer era lo mejor que podía hacer por ambas.