La magia más poderosa 5


Capítulo 5. Consecuencias

Año 1245.

La caída por aquel escarpado terraplén había sido más dolorosa de lo que había calculado, pero por suerte logró agarrarse a una raíz antes de precipitarse por el acantilado que llevaba directo al cauce del embravecido rio. Yennefer se agarró a aquel trozo de madera como si fuera lo único importante en esta vida y miró a su alrededor. Si estiraba un pie podía posarlo en un saliente del terreno, y de ahí bajar despacio a una formación rocosa que tenía forma de pequeña plataforma donde al menos podría estar de pie y tenía ángulo de maniobra para lanzar algún hechizo. En ese momento una bola de energía azulada pasó por su espalda rozándole el cabello, el choque mágico falló por poco y se estrelló contra un árbol cercano que estaba justo al borde del acantilado, destrozándolo por completo y sus restos cayeron al agua con un estrépito silenciado por el ruido ensordecedor del rio. El mago había errado por muy poco el tiro, Yenn no podía contar con tener tanta suerte en la siguiente ocasión.

Armándose de valor y sin mirar abajo saltó directamente a aquella planicie sin pasar por el saliente intermedio por no perder tiempo, murmuró un pequeño hechizo de impulso que la ayudó y con gran alegría vio desde la nueva perspectiva que aquella plataforma era la entrada a una caverna natural a cuyo fondo la luz no llegaba pero asumía que no podía ser muy grande. Se internó caminando con dificultad, debía examinar sus heridas, le dolía el costado, había recibido un choque de energía bastante directo en aquella zona, sentía la sangre caliente manar de una brecha en la cabeza y nariz y la caída por el terraplén había lastimado su pierna pero no podía saber hasta qué punto.

Avanzando penosamente, las voces de los magos de Ban Ard que la rodeaban se oían lejanas por encima de ella, eso la hacía sentir segura, alargó su mano y murmuró unas palabras arcanas, creando un pequeño globo de luz tenue por encima de su cabeza. Tal y como había sospechado, la caverna no tenía salida, constaba de un estrecho pasillo que se abría al final haciendo una estancia casi circular de unos cuatro metros de ancho. Era un lugar muy húmedo, a la luz mágica se veían gotas de agua en las rocosas paredes y de vez en cuando se oía el goteo con eco en el interior. Se dejó caer tras unas piedras, pegada a uno de los muros y gimió al hacerlo, llevándose la mano al costado, se palpó la zona cuidadosamente, creía que tenía alguna costilla rota pero para el golpe que había recibido no le pareció un gran coste. Hizo que la luz se acercase más a ella y apretó los dientes al verla titilar, debía apagarla cuanto antes, necesitaba reservar el Caos. Levantándose el vestido comprobó porqué le dolía tanto la pierna, una piedra había golpeado en su caída en la zona de la tibia, tenía un corte profundo y la zona amoratada, no se la había roto de milagro.

Rasgó la parte baja de su vestido, eligiendo un trozo de tela que no estuviera muy sucio y se improvisó un vendaje para aquella zona, tenía que hacer que dejara de sangrar. Al apretar el nudo se dio cuenta de que, aunque el hueso no se había llegado a romper, debía tener una fisura a juzgar por el dolor que sentía.

-Joder.- musitó al acabar, con un chasquido de dedos la luz se extinguió y se dejó caer con la espalda hacia atrás, aguantándose el costado como si eso hiciera que le doliera menos.- Joder.

Sintió unas nuevas explosiones en la cara exterior del acantilado, los magos debían estar lanzando bombas de energía a ciegas en su búsqueda pero aún no se habían percatado de su nueva posición, pero era cuestión de tiempo, sabían que no podía escapar fácilmente.

Pero Yennefer no pensaba en ponérselo en bandeja, eran cinco los que empezaron a perseguirla poco después del alba aquella mañana, y ahora calculaba que sólo quedaban tres en pie. Yenn no era una asesina, no había tenido intención de matarles, tan sólo se limitó a quitárselos de su camino devolviéndoles sus propios conjuros, uno de ellos lanzó un encantamiento de asfixia, el cual ella le rebotó y, debido a la fuerza que ella misma le imprimió al hacerlo, debió partirle el cuello, puesto que no se volvió a levantar. Y el otro cayó por el mismo terraplén que ella pero con menos suerte.

De nuevo escuchó explosiones, esta vez justo a la entrada de la cueva, notó que caían piedrecitas en la plataforma. Si seguían disparando ciegamente al final la enterrarían con vida en aquel agujero.

Yennefer no había perdido la esperanza pese a lo delicado del asunto. Estaba muy debilitada, más allá de sus heridas, debido al uso continuo del Caos que había tenido que hacer, toda magia tiene un coste y los hechizos sin preparación, como los que suceden en un combate, tienen un alto precio que el mago tiene difícil canalizar en una dirección que no sea el drenaje de su propia energía. No podía curarse a sí misma porque no había nada vivo a su alrededor que pudiera usar para pagar el precio, así que se concentró en mantenerse tranquila y no pensar en el dolor, si podía aguantar unas horas allí escondida, tal vez juntara suficiente energía para abrir un portal que la llevase al exterior, de vuelta a la superficie, con un poco de suerte, detrás de la línea de visión de sus enemigos, ellos no contaban con que tuviera poder suficiente para hacer un portal pero es que ellos no la conocían. Los cazadores de Ban Ard eran magos dotados para la caza de renegados, eran vigilantes al servicio del Capítulo, o más bien, al servicio de Stregobor, bastante buenos en lo que hacían pero Yenn dudaba que nunca se hubieran enfrentado a alguien como ella.

Un sonido como de zumbido en la boca de la cueva llamó su atención justo a tiempo para agacharse velozmente y un choque se estrelló junto a la piedra en la que había estado apoyada y luego nada. Pasados unos segundos se asomó con desconfianza y vio lo que había sospechado desde un principio, había un portal abierto a la entrada de la cueva, un mago lo había atravesado y ejecutado un disparo a ciegas, pero no se había ido sin más y avanzaba en su dirección, por lo que la hechicera preparó un núcleo de energía en su mano y disparó con acierto justo al pecho del mago, volviéndolo por donde había venido con violencia. Sin embargo el portal no se cerró para poder tener abierta la ruta de huida y que Yenn no pudiera anticipar el próximo ataque. Se incorporó pesadamente y cambió de cobertura, tras el recodo que formaba la apertura hacia la galería casi circular, sus costillas se quejaron al obligarlas a moverse y su pierna se había inflamado tanto que prácticamente se negaba a obedecerla.

Lo que estaba claro era que ya la habían visto, y que tenía poco tiempo antes de que se arriesgasen a una incursión los tres juntos. Con las manos apretadas en forma de puño, Yenn sintió escapar unas lágrimas por su rostro, calientes y formadas de pura rabia. Iba a morir. Iba a morir en aquella sucia gruta, sin haber podido hacer nada relevante. Se acordó de Triss en aquel momento, esperaba que estuviera bien y que tardase mucho tiempo en enterarse de cuál fue su destino final, no había tenido oportunidad de coincidir con ella desde aquel cónclave en Aretusa, se habían intercambiado cartas un tiempo después pero cuando Yenn abandonó la corte de Aedirn no pudo seguir con el contacto. Seguro que se había preocupado mucho por ella, pero no había nada que pudiera hacer. Inmediatamente después sus pensamientos la condujeron a Tissaia. Por los dioses, cuánto daño le había hecho la noche anterior. Su antigua maestra sólo quería ayudarla y ella había mordido su mano como si fuera un perro rabioso. No se arrepentía de haber rechazado su propuesta, pero sí de la manera en que lo había hecho. Las últimas palabras que le había dicho rebotaban en su conciencia, cuando le había espetado que se olvidase de ella, que era lo mejor para ambas. Más lágrimas brotaron de sus violáceos ojos al recordarlo.

La tristeza y la rabia acumulada en su pecho se inflamaba como unas brasas a punto de prender y entonces el zumbido de alguien atravesando el portal llamó su atención y antes de que pudieran atacarla, ella atacó primero, lanzando sus últimas energías en forma de una ráfaga de viento concentrado que golpeó al mago en el pecho cuando apenas sus ojos se habían acostumbrado a la falta de luz de la caverna y lanzándolo de vuelta a través del portal, que se cerró inmediatamente. Había ganado un valioso tiempo pero ¿a qué precio? Toda la energía recuperada se había volatilizado de su interior y volvió a sentir nueva sangre manando de su nariz y goteando sobre su vestido, mezclada con saladas lágrimas.

Ojalá Tissaia le hubiera hecho caso, ojalá se hubiera olvidado de ella. Así no sufriría.

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Unos metros más arriba, el portal devolvió al mago que aterrizó con violencia a los pies de Tissaia, falto de aire, se llevó las manos al pecho y tosió sangre a un lado, la mujer se apartó con desagrado al ver que el alumno de Ban Ard se recuperaría por sí mismo y avanzó por el terraplén, sus manos temblaban enguantadas bajo su capa, tan sólo acababa de llegar al lugar y la energía que el Caos de Yennefer desprendía casi había hecho estallar su corazón por pura tristeza y dolor. Debía intervenir ya, tras este último ataque, casi había sentido como se desvanecía por completo, la maga debía estar al borde de sus fuerzas, si seguía así se iba a consumir y…no podía permitirlo.

-Voy a bajar.- anuncia para estupefacción de los magos allí reunidos.

-Señora Tissaia, es muy peligrosa, esa mujer es como un animal acorralado.- dice uno de los cazadores, muy serio y preocupado.

-No te he pedido opinión, convine con tu director que yo me encargaría de esta situación y no dejaré que más magos se pongan en peligro.- en realidad lo que Tissaia quería decir es que no iba a dejar que Yennefer muriese por agotamiento, pero eso era mejor callárselo. Estaba decidida a sacar a su ex alumna de aquella cueva con vida fuera como fuera.

El hechicero dudó un momento pero en realidad no tenía nada que decidir, por lo que la maestra pasó de largo junto a él y con pasos decididos penetró en el portal abierto y lo cerró tras de sí, apareciendo directamente en la entrada de la gruta donde la recibió un violento y repentino choque de energía lanzando con buen tino pero con muy poca fuerza, Tissaia lo desvió con un movimiento de la mano.

-Yennefer.- la llama con un hilo de voz que hubiera preferido que sonase más autoritario de lo que en realidad fue.

No hubo respuesta y eso asustó un poco a la hechicera quien había dejado de sentir casi del todo el Caos de la maga y eso le hizo acelerar el paso, invocó un globo de luz que avanzaba con ella iluminando perfectamente cada rincón de la galería.

-Yenn…-musita al doblar la esquina y encontrársela allí tirada, medio sentada, maltrecha, con ojos entrecerrados intentando enfocarla, cegada por la brillante luz.

-Tissaia… ¿qué haces aquí?- pregunta haciendo un denodado esfuerzo por incorporarse, al tiempo que la maestra se arrodillaba a su lado para evitarlo.

-Shh…no te fuerces, calma.- se apresura a rodearla con sus brazos, haciéndole de apoyo- Eso es.- sus manos enguantadas acarician la cara de la morena, apartándole el cabellos de los ojos.- Por los dioses qué te han hecho.- traga saliva al ver la brecha en su cabeza y una de sus palmas, liberada de su envoltura de cuero, se ilumina tenuemente, aplicando un hechizo curativo sobre la herida.

Yennefer gime un poco ante el contacto, más por tratar obstinadamente de apartarse que por que la mujer le estuviera dañando, pero apenas logra resultados, su cuerpo se niega a colaborar demasiado.

-No puedes estar aquí…te dije que me olvidaras…-protesta la maga carraspeando para aclararse la voz, gracias al hechizo de Tissaia empezaba a notar menos aturdimiento.

-¿Dónde más estás herida?- le pregunta la otra sin hacer caso a sus quejas, pero Yenn no parece querer contestar, por lo que ella misma con ayuda de la luz no tarda en localizar la parte empapada de sangre de su vestido, el cual aparta con cuidado para descubrir el torpe vendaje que había detenido un poco la hemorragia.- Esta muy inflamada, debiste curarte.- evita su mirada para que no vea que tiene los ojos humedecidos por el estado que presentaba su amada.

-No podía…quería reservar el Caos para hacer un portal y salir de aquí.- contesta apretando los dientes mientras su antigua maestra le retiraba la tela y comenzaba a curarla de nuevo.

-Eres terca como una mula, Yennefer, podrías haber muerto.

La de los ojos violetas no contesta, tan solo suspira y desvía la mirada, mordiéndose el labio inferior para no emitir ningún sonido más.

Tissaia termina de curar al menos en su mayoría las heridas de la morena y la ayuda a quedarse sentada en mejor posición.

-No me has contestado.- rompe el silencio la maga más joven, elevando la mirada hasta encontrar la de Tissaia. Su corazón galopaba fuerte en su pecho, no era tonta, una posibilidad empezaba a formarse en su mente pero no quería creerla.

-He venido a sacarte de aquí. No podía dejar que te mataran.- enigmática, la hechicera procura esquivar la pregunta, mientras vuelve a ajustarse los guantes.

-No voy a dejar que me atrapen, Tissaia. – ataja Yennefer apretando los puños.

-Yenn…- la hechicera busca las manos de su amante y las abraza con las suyas, intentando transmitirle afecto incluso a través del cuero- No hagas esto.

Yennefer parpadea un par de veces, librándose de las últimas migajas de aturdimiento y da un tirón a sus manos para deshacer el contacto con la directora de Aretusa.

-No, no me hagas tú esto. – espeta con violencia, apretando los dientes.- Has venido a entregarme, ¿Qué es esto? ¿Uno de tus juegos políticos? ¿Vas a ganar otra silla en el consejo para otro amigo tuyo?- apoyándose en la piedra, Yennefer lucha por levantarse, aún dolorida, pero sacando fuerzas de su rabia.

-Solo quiero salvarte la vida, maldita sea.- explota Tissaia sin intentar evitar que la otra se levante, pero no puede ya guardar las formas y su normalmente pétreo semblante está desencajado.

-Yo no he pedido que me salven, si me quieren matar, que lo hagan, aquí les espero. Me enfrentaré a quien haga falta.- asevera apartándose un par de pasos de la hechicera.

-¿También a mí?- inquiere entrecerrando los ojos, sin levantarse de su posición.

Se forma un breve pero intenso silencio, el Caos de Yennefer se agita a su alrededor, inquieto, impredecible. Aquella pregunta resuena en su cabeza con un eco evocador que está a punto de rasgar su corazón.

-No me dejas otra opción.- los ojos violáceos de la maga se clavan en la figura de la que fue su maestra y en sus manos se empezó a formar un brillo purpúreo que empezaba en las puntas de sus dedos emitiendo un resplandor eléctrico.

Tissaia no mudó su semblante, parecía infinitamente apenada pero también lucía una gran resignación, como si aquel desenlace fuera uno de los que habían sido previstos en su imaginación.

-No lucharé contra ti, Yenn.- un rayo alcanzó su posición repentinamente, en un ataque veloz como la luz pero por suerte no muy potente, la maestra lo desvió a tiempo de que no cruzase su pecho pero se llevó una quemadura en la zona del hombro que abrasó la tela de su vestido y ennegreció su piel. Pero no se permitió hacer ningún aspaviento, aguantó el dolor con estoicidad, levantándose lentamente para encarar la situación totalmente erguida.

Yennefer jadeaba ostentosamente, ese fogonazo se había llevado buena parte de la energía que había recuperado gracias a las curas que le había prodigado su ahora rival, pero sabía que continuar con aquello podía ser fatal. El problema era que ya no le importaba.

Uno tras otro, la maga más joven fue lanzando esos rayos que eran puro Caos concentrado, tremendamente veloces y certeros. Y uno tras otro, Tissaia los desvió con enérgicos movimientos de sus manos, modificando su trayectoria sin esfuerzo para que estallaran contra el suelo o las paredes de la galería sin causar verdaderos daños.

Frustrada, Yenn continuó su ataque, recortando distancias a cada acometida, lanzando gritos que al principio eran rabiosos y luego se fueron convirtiendo en gemidos de dolor, pues cada fibra de su cuerpo parecía romperse para lanzar el siguiente ataque, tan solo sacaba fuerzas de su propio dolor emocional, que era aún más profundo que el daño físico que Caos se cobraba en su cuerpo.

-¡LUCHA!- espeta la morena, con los ojos llenos de lágrimas y perdiendo sangre ya por la nariz y la comisura de sus labios.

-Detente Yennefer. Te vas a matar.- y en cuanto la maestra pronunció esas palabras para intentar hacer entrar en razón a la hechicera, se dio cuenta de que ese era el verdadero objetivo de su antigua alumna. Quería morir, bien por su mano, o bien porque el Caos la devorase, el cúmulo de sentimientos que Yennefer estaba experimentando eran los mismos que cuando trató que quitarse la vida la misma noche en que llegó a Aretusa, hacía tantos años.

-¡AL MENOS TENDRÉ CONTROL SOBRE ESO!- le responde, fuera de sí, lanzando un nuevo y potente rayo que Tissaia lanzó directamente al techo.

-No tienes el control, lo estás perdiendo. No pienso permitir que mueras por tu propia estupidez.- más decidida que nunca, sabiendo ya a qué se enfrentaba, la mujer extrajo algo de entre los pliegues de su vestido, un bulto de sucia y ennegrecida tela y sin perder tiempo para no dejar a la otra reaccionar, lanzó su contenido directamente contra la cara de la maga.

Se trataba de un polvo negro extremadamente volátil, parecido a pólvora o al hollín de una hoguera, pero carente de olor. El trapo en que estaba envuelto cayó al suelo inofensivo pero esa fina arena permaneció en suspensión un instante antes de introducirse a través de la boca entre abierta y las fosas nasales de Yennefer, quien inmediatamente empezó a toser de manera incontrolable, llevándose las manos a la garganta y emitiendo sonidos guturales, como si tratara de no respirar o de vomitar aquella sustancia con una urgencia desesperada, la hechicera cayó al suelo de rodillas, notando como aquel polvo le robaba la energía vital a una velocidad pasmosa, cortando inmediatamente su conexión con el Caos y haciéndola sentir más vulnerable que nunca.

Tissaia en seguida se lanzó a su lado, abrazándola con los ojos empapados en lágrimas, tomando sus manos para que no se hiciera daño.

-Respira Yennefer, no luches, basta.- le dice en un tono tranquilizador, sujetando su cara como si con eso la pudiese obligar a tomar aire.

La hechicera postrada pelea con los ojos inyectados en sangre por soltar sus manos y llevárselas a la cara, como si tratase de arrancarse la piel mientras su mirada hervía de odio y rabia. Pero pronto pareció perder toda su fuerza y sus párpados se volvieron pesados como losas, terminando por perder el conocimiento.

-Lo siento…lo siento…- susurra la directora, besando la frente de su amada, dejando correr libremente las lágrimas por su cara y sintiendo las convulsiones del llanto en su propio cuerpo.