La magia más poderosa 4


Capítulo 4. En la tela de la araña.

Año 1245

Rose Mary no es una mala persona, pero es pobre.

Su marido y ella regentan una vieja forja en aquel cuchitril que apenas podía llamarse aldea, apenas un poblado en un cruce de caminos entre los reinos de Temeria y Kaedwen que servía como parada en el camino para toda clase de viajantes, contando con una herrería, una posada y una peletería en la que trabajaba un viejo curtidor ya casi ciego.

Al calor del fuego que nunca debían dejar de avivar, Rose se prepara aquel amanecer para iniciar su jornada, observando cada pocos instantes la puerta de la taberna que tenía enfrente, como esperando algo o a alguien. Con su aspecto orondo, desaliñado y algo harapienta, Rose sabía que nadie pensaría que se trataba de una informante…y menos de aquel poderoso mago que un día se había presentado en su pequeña herrería con un encargo muy sencillo y demasiado bien pagado. Rose Mary debió hacer más preguntas, pero tenía seis bocas que alimentar y una urgente falta de zapatos con los que pasar el invierno. El mago le dijo que buscaban a una mujer, muy bella y muy peligrosa, de cabellos azabaches, ojos violetas y piel tostada. El dinero pesaba en la bolsa que repiqueteaba en el mostrador, le hacía tanta falta que no se lo pensó dos veces. El mago sonrió, en realidad era muy amable y encantador. Rose Mary se convenció de que debía ser buena persona.

¿Y cuál era el encargo? Muy sencillo, avisarle cuando esa mujer saliera de taberna. Solo eso, el mago no sabía cuándo aquella extraña fugitiva pararía en su aldea, ni siquiera si lo haría, pero aun así pagó, prometiendo una cantidad igual cuando le llegara el mensaje.

Hacía apenas dos noches que Rose Mary la había visto llegar, montada en un caballo tan negro como sus cabellos, y por poco no se le cae el atizador del fuego al suelo al reconocerla, por suerte ella no miró en su dirección, puesto que habría visto la viva cara de la culpabilidad y los nervios. De manera que la buena de Rose Mary se había pasado aquellos dos días casi sin pegar ojo, vigilando para no perderse la salida. Incluso su marido se había quejado de su falta en la cama, pero ella alegó que se encontraba con frío y que prefería pasar la noche junto al fuego en el exterior de la herrería. En verdad fue una suerte que la fugitiva no tardase más de dos días porque mantener aquella mentira por más tiempo estaba entristeciendo el corazón de la humilde mujer.

Apenas despuntó el alba cuando la vio salir de los establos, envuelta en una gruesa y cara capa negra, la mujer miró atrás un instante y Rose Mary pudo ver el brillo violáceo en sus ojos, lleno de tristeza, por algún motivo, la herrera pensó que tal vez no podía ser tan mala persona, puesto que las malas personas no sienten tristeza. O eso le habían dicho siempre.

Con un nudo en el corazón la vio marchar rauda por las calles embarradas rumbo oeste hacia el rio Livel. No podía perder tiempo, más allá de aquel río se encontraba el Templo de Melitele y Rose Mary no es tonta, sabe que ese es un lugar al que muchos fugitivos deseaban llegar pues entre sus muros no se permitía la violencia, todos cuanto allí llegaban eran recibidos con los brazos abiertos y se les ofrecía asilo y comida a cambio de ayudar a los enfermos. El nudo de sus entrañas se apretó mientras escribía una sucinta nota en aquel pedazo de pergamino que el buen mago le había entregado tiempo atrás.

“Oeste, hacia el Santuario de Melitele” reza aquella horrible letra propia de quien aprendió a escribir hacía muchos años y que apenas había podido practicar, y sin embargo, la mujer es de las pocas en aquel lugar que podía presumir de saber hacerlo. Lo siguiente era seguir las indicaciones del hechicero, metiendo aquella nota doblada en una cajita de un material que Rose Mary no había conocido nunca, la cerró con sumo cuidado y la arrojó al fuego, ahogando un grito de pánico al hacerlo, puesto que las llamas se volvieron negras como la noche por una fracción de segundo y el humo formó una espesa criatura por encima de su cabeza, parecía un ave rapaz o un buitre y llevaba en su pico el mismo trozo de papel. La criatura de la que sólo ella era testigo se perdió en la luz del amanecer tan rápido que Rose Mary dudó que alguna vez hubiera estado allí. Su mirada volvió al fuego que, vivamente, había vuelto a su estado anterior, el reflejo de las llamas anaranjadas le devolvió la paz y el trote suave a su pecho.

Pero el “milagro” no había concluido, una saeta de humo negro salió repentinamente de los rescoldos de la hoguera y atravesó el corazón de Rose Mary, matándola en el acto, el humo se desvaneció como si nunca hubiera estado allí. No mucho más tarde su marido la encontraría, pálida y fría, con los labios amoratados. El dueño de la taberna diría que había sido un mal del corazón, que seguramente se le había parado, como ya le pasó a su padre y a su padre antes que a él. No había caído la noche cuando Rose Mary fue enterrada, entre lágrimas de su querido marido y sus apenados hijos.

Rose Mary no era mala persona. Sólo había sido pobre.

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-¿Estás bien?- la voz melódica, grave y agradable se filtra de Vilgefortz a través de las brumas de cansancio y preocupación que mantienen a Tissaia en un estado medio abotargada y provoca un ligero sobresalto en su asiento, tomando la posición erguida que el ensimismamiento le había robado.

-Claro, si.- responde rápidamente, carraspeando y mirando alrededor.

Estaban en la sala de reuniones del Capítulo, rodeados de los demás miembros a excepción de Stregobor, quien había anunciado que acudiría tras el primer receso. La primera parte de la reunión había sido en extremo aburrida, con el repaso a los informes de los consejeros de los reyes repartidos por el norte, la inacción era la tónica general a pesar del revuelo del sur, donde Nilfgaard se enfrentaba a su enésima guerra civil por el control del trono. Lo cual, por otro lado, también era parte de la tónica general.

Finalmente se había pedido un descanso y a la vuelta se abordarían temas relacionados con los avances investigadores y la obtención de recursos de los yacimientos de ruinas antiguas, donde muchos magos buscaban reliquias del Caos escondidas tiempo atrás por los elfos, mucho antes de la Conjunción de las Esferas. A Tissaia aquello la emocionaba tanto como ver crecer la hierba del prado pero normalmente solía prestar la debida atención a todos aquellos asuntos si no fuera por…

-¿Estás pensando en ella otra vez?- pregunta el moreno con un tono extremadamente confidencial, inclinándose sobre ella y tomando su mano, gesto el cual no fue rechazado por la directora de Aretusa.

Su mirada se mantenía en un estado ausente, decidida a no mostrar ninguna emoción que la delatase, no por la compañía del mago guerrero, sino por el resto de los magos que los rodeaban, que distaban mucho de ser amigos. Asintió levemente con la cabeza y se pasó la mano por la cara en un gesto aparentemente inofensivo pero que servía para ocultar sus labios.

-Anoche intenté que entrase en razón…ya no sé qué más puedo hacer.- comenta con un hilo de voz, lo más bajo que puede, simulando una sonrisa que no se reflejaba en sus ojos pero que serviría para que todos pensara que estaban en medio de unas confidencias de enamorados. Y que pensaran eso era de lo más conveniente.

Vilgefortz suspira igualando su sonrisa fingida, echando una mirada alrededor como si fuera un gran actor y su conversación no tuviera ninguna importancia.

-Paciencia. Sólo puedes tener eso.- toma la mano que tenía bajo la suya y la eleva a la par de la propia hacia sus labios para plantarle un beso en el dorso, seco y educado, pero que servía para mantener la farsa.- Y rezar para que no la encuentren, sabemos que es capaz de cuidarse, pero a muchos renegados les acaban cazando precisamente por creer que están a salvo.- vuelve a bajar la mano con los dedos entrelazados con los de la mujer hasta el reposabrazos de la ornamentada silla de madera.- Pero eso no le pasará a ella.

-¿Y si la estoy poniendo en peligro? Tal vez visitarla sea un error…- musita insegura, apretando los dedos sobre los del hombre.- Está mal pero no puedo…no puedo dejar de preocuparme. SI algo le pasara…

-No le va a pasar nada. No te tortures, Tissaia, la enseñaste bien.- la reconforta el moreno cubriendo con la otra mano las que tenían unidas.- Estoy seguro de que estará a salvo.

Tissaia iba a decir algo pero sus palabras mueren en su boca al pasar por su lado una figura autoritaria ataviada con ricos ropajes oscuros en diversas tonalidades, con un fruncido blanco al cuello y en los puños, era la viva imagen de un recalcitrante pasado que seguía arañando con sus garras el presente negándose a dejar cambiar los tiempos.

Stregobor carraspeó sonoramente, tenía una mano a su espalda y con otra mesaba su barba rubia canosa, no demasiado poblada pero si de algunos dedos de larga, sus ojos de porcino brillaban con una tonalidad que provocaba la inquietud de Tissaia. No era bueno que Stregobor luciera tan feliz y cómodo en una reunión de rutina.

Debido a su llamada de atención, los magos volvieron a ocupar sus puestos en las sillas dispuestas en círculo dejando el espacio de en medio para el orador y permanecieron expectantes a que el viejo mago empezara a hablar.

-Queridos amigos, queridos hermanos, hoy tengo una noticia que debe aparcar todas la banalidades del día. Hoy la Hermandad tendrá la oportunidad de demostrar su poder una vez más y dejar patente que salirse del camino marcado tiene sus consecuencias.- el anciano no dejaba de lanzar siniestras miradas al semblante estoico de Tissaia, quien aguardaba con aparente tranquilidad la conclusión del elevadísimo discurso, aunque por dentro su alma se agitaba como presa del peor de los presagios.- Lo que Aretusa provocó con su falta de disciplina, estamos a punto de arreglarlo.

Consciente de la agitación que se cernía en el interior de Tissaia y sabiendo que ella no iba a intervenir, Vilgefortz lanza un nitidísimo suspiro al aire elevando las manos con un gesto impaciente que sería suficiente para romper la artificial expectación que Stregobor estaba sobre actuando para darse importancia.

-¿Puede ir al grano, apreciado miembro del Capítulo? Hay muchos temas que tratar en este día, no tenemos tiempo para jueguecitos ¿acaso has localizado a otra de las muchachas de tu supuesta maldición del Sol negro?- el recuerdo de aquella profecía herética trajo consigo algunas risitas entre los miembros más jóvenes del consejo, aquel capítulo de la historia de la magia había sido un descalabro absoluto sólo sostenido por viejos paranoicos que por fortuna había quedado relegado a una macabra broma. Una por la cual murieron muchas chicas, pero hacía demasiado tiempo de aquello como para herir la sensibilidad de nadie.

Ofendido por aquella interrupción que le había arrebatado su protagonismo, el anciano mago clavó en el joven mago guerrero una mirada fulminante, pero no perdió los papeles, sabiendo que lo que iba a revelar iba a borrar la sonrisa de la cara de todos los presentes.

-Mis vigilantes han cercado a la renegada Yennefer de Vengerberg, le han cortado el paso a la altura del rio Livel. Parece que la pequeña zorra élfica se dirigía al Templo de Melitele pero ahora está aislada en el bosque, escondida en las cuevas de la margen derecha del rio.- tal y como supuso, el silencio que se formó fue ensordecedor para todos, excepto para Tissaia, cuyo corazón comenzó a galopar con tanta fiereza que apenas escuchaba las palabras de Stregobor, pavoneándose de su victoria inminente. Tenía toda su energía centrada en mantener su gesto impertérrito ante aquella revelación y no se sentía capaz de abrir la boca si no era para invocar un rayo que partiera en dos a ese maldito viejo que amenazaba la vida de lo que más quería en el mundo.

Ante la estupefacción generada por sus noticias, los presentes intercambiaban miradas, muchas de ellas incluían en su recorrido a la directora de Aretusa, como si esperaran que hiciera o dijera algo, sin embargo fue Stregobor quien continuó hablando.

-Ha matado a varios de nuestros magos desde que se inició la operación de capturarla con vida esta mañana, y varios más están en peligro si no tomamos la decisión correcta aquí y ahora.- va dejando caer con ninguna sutileza pero un muy bien fingido tono de aceptación- He de decir que sería una lástima perder un activo tan valioso para la Hermandad, pero no podemos obviar que la misión conlleva muchos riesgos.- cruza los dedos sobre su regazo mientras continua su paseo por el interior del círculo, buscando la complicidad con las miradas de aquellos que iba encontrando en su camino- He pensado en hacer llamar a una vieja amiga suya, Triss Merigold, confío en que su lealtad a este Capítulo le haga obrar de manera que nos permita una rendición de la renegada de manera pacífica…sin poner más vidas mágicas en riesgo.- cada palabra era como un puñal clavándose en el pecho de la maestra cuya mente iba a mil por hora pensando en cómo salir de aquella delicada situación, como salvar la vida de Yennefer era su absoluta prioridad, pero el discurso del anciano no la dejaba pensar con claridad, ojalá se callase de una maldita vez.

-Claro que…podría ocurrir que la señorita Merigold no tomase la opción adecuada y en su lugar multiplicásemos los problemas, teniendo que acabar no con una sino con dos valiosísimas magas. – suspira fingidamente apenado, pero con una gran actuación que logró convencer a casi todos los allí reunidos.- No digo que vaya a pasar pero es una posibilidad, claro, una terrible, pero que debemos valorar.

-Tissaia.- la voz de otro de los miembros del Capítulo, Herbert Stammelford rompió el vacilante silencio que se había asentado tras la exposición del hechicero, un hombre enjuto, alto y delgado, con una apariencia muy frágil pero unos ojos azules brillantes. Su ceño estaba fruncido en un gesto sombrío y preocupado- Tú la conoces mejor que nadie, ¿qué crees que debemos hacer? ¿Hay alguna posibilidad de que no se pierdan más vidas en este desagradable asunto?

La sonrisa de Stregobor no podía ser más amplia bajo su barba encanecida, la reunión había llegado justo al punto deseado y no había tenido que hacer nada, solo contemplar su obra como el compositor de una obra teatral.

La maestra tragó saliva de manera imperceptible, hubiera querido intercambiar una mirada con Vilgefortz antes de empezar a hablar pero sabía que eso sólo la haría parecer débil y necesitada de apoyos y ahora no podía permitírselo. Por el bien de Yenn.

Estoica y cruzando las manos en su regazo, Tissaia se incorporó en su asiento, sabiendo que, por protocolo, Stregobor debía tomar asiento lo que ya la colocaba en una posición de fuerza que iba a necesitar para proponer lo único que se le había ocurrido.

-No hay necesidad de implicar a Merigold en esto. Es una buena maga que sin duda haría lo que se le pide pero sus esfuerzos deben estar centrados en Temeria y en el consejo a su rey, nuestras hechiceras no son soldados que podamos utilizar a nuestro antojo y apartarlas de sus obligaciones según los caprichos pasajeros de una mente senil.- habla con dureza y sin vacilar, mirando a los ojos a Stregobor- Puede que los chicos de Ban Ard sean piezas del juego de Stregobor, pero me gusta pensar que en Aretusa afinamos delicados instrumentos capaces de gestionarse a sí mismos y mejorarse con el tiempo y el apoyo adecuado. Prueba de ello es la paz que hemos mantenido por siglos entre los reinos del Norte.- afianza su discurso en una sólida argumentación que despeja las dudas que pudieran haber quedado sobrevolando acerca de la educación que las magas reciben en su escuela. Por encima de todo no iba a dejar que Stregobor minase su posición.

Sin embargo aún no había acabado y no podía esquivar la pregunta que Herbert había materializado pero que estaba en la mente de todos.

-Yo misma me ocuparé de la captura de la renegada, como bien se ha señalado, soy quien mejor la conoce y estoy sobradamente capacitada para encontrarla y neutralizar su amenaza.- se gira de nuevo hacia el anciano, retándole a contrariarla- En cuanto retires a tus magos, Stregobor, entraré y razonaré con ella, no es necesario…

-No Tissaia, no voy a retirar a mis chicos, esa mujer es una astuta rata élfica, si bien es cierto que la conoces bien, ella también a ti, no nos arriesgaremos a que te engañe y se nos escape.- los labios del anciano hechicero elegían aquellas convenientes palabras pero sus ojos decían que no estaba dispuesto a dejar que Tissaia la dejase escapar. Y ese pensamiento era leído tan claramente por la directora como si estuviera escrito en un papel.

Susurros aprobatorios rodearon a la maga cuyo rictus se tornó mucho más serio y sombrío, aunque cualquiera diría que tan sólo se debía a la ofensa no tan velada de Stregobor acerca de su capacidad.

-Me parece bien.- pronuncia finalmente Artorius Vigo, un poderoso aliado del anciano en aquel consejo- Tissaia se ocupará de la renegada, pero por si acaso fallase, el cerco de Stregobor no se alejará mucho. Si Yennefer trata de escapar, tus chicos deben estar preparados para utilizar magia letal. Cada renegado huido supone una amenaza para la estabilidad del propio Caos y de la imagen de este Capítulo ante los reyes del Continente. Si no puede ser reconducida, es mejor que no sea.

Nuevos murmullos de aprobación recorrieron la estancia y Tissaia se sintió atrapada en medio de aquel tejido pegajoso y frío que era la política, los argumentos de Artorius eran los mismos que ella había defendido a capa y espada para mantener la corrupción fuera de las instituciones, y ahora eran usados en su contra para lanzar una estocada directamente a su corazón.

Pero ahora ya no podía hacer nada, el destino había jugado en su contra y ahora debía aguantar el envite con entereza si es que quería que quedase algo que pudiera salvar.

-Está decidido.- acepta con un largo suspiro, ahogando en lo más profundo de su ser la tentación de destrozarlo todo y a todos en ese preciso instante sabiendo que aquello sólo podía traer más desgracia y ninguna garantía. Solo al final de la reunión tuvo el coraje de mirar a Vilgefortz a los ojos en busca de un poco de su fuerza y el gesto sereno y neutral del mago logró calmar las aguas de su interior. Sin palabras, había conseguido comunicar la única resolución a todo aquello. Lo importante, lo primordial era mantener la calma. Solo eso salvaría a Yennefer. Solo eso salvaría a ambas.

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Hay algo que nunca te dije. Cuando el hombre que te vendió a mí dijo que valías cuatro marcos, pensé que era muy poco dinero. Era muy poco dinero con tal de poder protegerte de él. De ellos. Del mundo.

Extracto del diario de Tissaia de Vries.