La magia más poderosa 2


Capítulo 2. La Hermandad de los Hechiceros.

Año 1232

En aquellos días, Aretusa vibraba con la fulgurante reunión, todos los hechiceros de la Hermandad habían sido llamados para el Cónclave con motivo de un acontecimiento que, si bien no era una mala noticia, era lo suficientemente importante para que el Capítulo, la orden que controla la Hermandad, se reuniera y tomara alguna decisión sobre los acontecimientos del futuro.

Yennefer de Vengerberg cruzaba el patio de la escuela con aire altanero y la barbilla bien elevada, su largo vestido negro trataba de alcanzarla en vano y las puertas se abrían a su paso en un alarde innecesario que muchas de sus compañeras magas miraban con desdén. Pero no todas.

-¡Hola Yenn!- la interrumpe en su caminar una joven de cabellos rojos y ojos vivaces llenos de vida.

-Triss Merigold, me alegra verte.- saluda con sinceridad, deteniéndose en su camino ante una de las pocas hechiceras a las que podría considerar una amiga.- ¿Cómo te va en Temeria?

-Aburrido. El rey Foltest es un panzudo aficionado a las fiestas pero sin ningún gusto para organizarlas. Habiendo vino y cerdo asado, el resto parece que le da igual.

-Mejor eso que dedicarse a buscar la guerra ¿no?- apunta la maga morena con una sonrisa grácil y una ceja arqueada.

-A ver, pues claro pero es que ni siquiera tiene líos de faldas que amenicen los cotilleos de la corte. En Temeria por no pasar no parece que pase ni el tiempo. ¿Y qué hay de Aedirn?- devuelve mientras enhebra su brazo por el de su amiga y le impone su andar tranquilo para pasear por los pasillos.

-Algo más interesante que Temeria, me temo.- su tono es algo amargo- El rey Virfuril murió hace poco y lo ha sucedido su hijo Demavend, que no es ni tan guapo ni tan listo como su padre. Odia a los elfos, desconfía de los magos y aún es más receloso con sus vecinos, el reino de Kaedwen. Está paranoico con que Foltest se unirá a ellos en su contra y, para colmo, apenas pasa noches en su alcoba con la reina, y la culpa por no darle un heredero varón.

-¿Cómo que la culpa? ¿Es que acaso su majestad cree que los hijos vienen volando en una nube o algo así?

-No sé qué es lo que piensa, si es que piensa, voy a tener que cogerle a Tissaia ingredientes más fuertes para elaborar pócimas de virilidad a ver si así le entran ganas de irse a la cama con su mujer.

-Mientras que no le dé por mirar en tu dirección…-apostilla la pelirroja, desconfiada.

-Descuida, querida, ese hombre no me tocaría ni con un palo debido a que sabe que tengo una cuarta parte de sangre élfica. Tolera mi presencia porque…bueno porque tampoco puede expulsarme sin buscarse un problema con la Hermandad.- añade con sorna y una risotada despreocupada- A mí me da igual, con que no haga ninguna tontería contra Kaedwen considero que ya cumplo con creces mi deber.

-Di que sí, a la mierda los reyes gordos con sus gordos traseros, esta noche nos toca divertirnos.- asegura Triss, emocionada y entonces parece recordar algo- Por cierto ¿sabes a cuento de qué es este Cónclave no?

-La carta era extremadamente larga, temo que me debí dormir mientras leía la explicación…-responde sin avergonzarse la de los ojos violetas.

-Eres terrible, Yennefer de Vengerberg…- la riñe la otra con un fingido tono de desaprobación- Pues te resumo; al parecer la reina Calanthe de Cintra ha vencido a Nilfgaard en Nazair.

-¿Calanthe? Pero es una niña ¿no tiene como…qué catorce años?- Yenn eleva una ceja, extrañada.

-Quince, en realidad.- matiza Triss, como si fuera un dato muy relevante- El pueblo la ha bautizado como la Leona de Cintra y ya cantan canciones en su honor a lo largo y ancho del Continente.

-La guerra no es ninguna novedad y que Nilfgaard salga escaldado de sus incursiones en el norte tampoco. -insiste Yenn mirando de reojo a su compañera- ¿Qué es lo que cambia en este caso?

-Calanthe ha tomado como esposo a Roegner de Ebbing.- añade la pelirroja con paciencia, como si desmadejara poco a poco un ovillo a medida que su amiga iba tirando.

-¿Roegner? Pero si es poco más que un plebeyo, una reina podría haber aspirado a más.

-Y así sería de no ser por los rumores no tan infundados del terrible carácter de Calanthe y ya sabes lo que cuentan los bardos sobre sus negativas a casarse.- se encoge levemente de hombros.

-¿Qué tiene una aventura amorosa con su prima la Reina Meve de Lyria y Rivia?- bufa con sonado escepticismo- Los bardos no saben que inventar.

-Si bueno pero cuando el rio suena…- insiste la otra.

-Vamos Triss, eres demasiado inteligente para creer que por el simple hecho de que dos mujeres solteras compartan algún tiempo juntas ya deben ser amantes. ¿Por qué no existen los mismos rumores sobre los generales en las batallas? Esos chismes ponzoñosos sólo sirven para desprestigiar y anular el poder de dos mujeres que están en verdadera posición de hacer que este mundo de hombres con sus tradiciones de hombres empiecen a cambiar, aunque sea sólo un poco.- su tono es bastante serio y seco en su pequeño discurso, se nota que es algo a lo que le ha dado vueltas con cierta frecuencia.

Triss suspira con un sonidito conciliador, no es que piense que Yenn no tenga razón, pero en su opinión se lo toma demasiado en serio, total, el mundo no ha cambiado desde la Conjunción de las Esferas ni se espera que cambie ni tan siquiera porque vuelva a ocurrir otra.

-Sea como fuere…-empieza la pelirroja, para continuar su explicación- La Hermandad quiere volver a tenderle la mano a Cintra para tratar de colocar un hechicero en su corte, ahora que ya cuentan con una monarquía estabilizada y renovada sería un buen momento para…

-¿Para qué? Calanthe odia a los magos casi tanto como odia a los elfos, en eso se parece a Demavend, con la diferencia de que la reina de Cintra es lo suficientemente obstinada y empecinada como para no cambiar de opinión aunque fuera lo más conveniente. ¿A quién se la ha ocurrido semejante disparate?- interrumpe con gesto hastiado.

Triss eleva un poco la cabeza para mirar a Yenn a los ojos por el costado, tal vez como si deseara tomar nota de su reacción siguiente.

-A Tissaia. Ella es la promotora del acercamiento.

Yennefer guarda silencio por unos instantes, no se esperaba esa respuesta, aunque debe reconocer que si lo hubiera meditado un instante, se habría dado cuenta de que tal propuesta sólo podría venir motivada por la diplomacia y el talante conciliador que caracterizaba a la directora de Aretusa.

-Sigue siendo un disparate.- asegura con una mueca dura que sirve para ocultar su vergüenza por haber menospreciado una idea proveniente de una mujer a la que admiraba profundamente.

-Puedes ir a decírselo a ella.- bromea en tono retador la otra maga con una sonrisa divertida

 -No gracias, cuando se le mete algo en la cabeza no hay quien se lo saque, ya tendrá bastante con la desaprobación de Stregobor.- le replica.

-Es cierto, no creo que consiga que el Capítulo apruebe su propuesta, pero ella cuenta con nuestro apoyo, aunque no tengamos voz ni voto, haremos lo posible por respaldarla.-asevera con seguridad.- Pero hay otra cosa más o menos relacionada con esto… ¿Sabes quién no ha venido esta noche ni se la espera?

Ahora el gesto de Yenn si se vuelve un tanto curioso pues no acertaba a imaginar que alguien perteneciente a la hermandad rechazara la invitación a acudir a un Cónclave, ya que las decisiones que allí se tomaran involucraban a todos los hechiceros, especialmente a aquellos que manejaban los hilos en las cortes, pero también a los que se dedicaban a la vigilancia y la investigación del Caos.

-¿Quién?- apremia la morena, viendo que Triss estaba haciéndose de rogar.

-Fringila Vigo.- revela mordiéndose el labio inferior, sin perder detalle de la reacción de la mujer que tenía a su lado.

Efectivamente, Yennefer se quedó estupefacta, mirando al vacío como intentando encajar las piezas de un rompecabezas. Fringila era una poderosa maga que tenía por destino el reino de Aedirn por decisión del Capítulo, pero Yennefer le arrebató el puesto en última instancia al captar la atención del rey Virfuril con la revelación de que ella misma era nacida en Vengerberg, capital del reino y por tanto, más digna de confianza a ojos del rey que una extranjera. Como consecuencia, Fringila fue destinada al lugar al que hubiera ido Yennefer, el reino de Nilfgaard, una nación tormentosa, llena de trifulcas con el trono y en continuas guerras por ganar palmos de tierra hacia el norte.

-¿Estaría implicada con la batalla de Nazair?- comenta, refiriéndose al otro acontecimiento que su amiga le ha relatado.

-Pues seguro, y como aquello salió tan mal por su consejo, de seguro ahora está molesta con los reinos del norte, con Cintra en particular, pero también con la Hermandad, ya que apoyamos a monarquías aliadas de Calanthe y además van a admitir la discusión sobre tener un acercamiento a Cintra.- aventura la pelirroja, pensativa- Ya sabes cómo es, orgullosa y recalcitrante.

-¿Y cómo soy yo?- aprovecha para poner en un apuro a su amiga, quien se ruboriza y no sabe dónde meterse.

-Oh vamos Yenn, lo tuyo no es igual y lo sabes. Ella tiene poder, sí, pero sobretodo utiliza su apellido como carta de presentación. Tú eres valiosa por ti misma.- asegura con sinceridad, apretando el brazo de su amiga.

Yennefer acepta los cumplidos de su amiga con una sonrisa soberbia pero no se recrea demasiado y vuelve a su conversación original.

-¿Crees que la nombrarán renegada?- comenta, un tanto preocupada, aunque Fringila no fuera santo de su devoción, el exilio de la Hermandad no era algo que deseara para ningún hechicero, menos si era conocido suyo.

-Lo dudo, su tío Artorius Vigo está en el Capítulo desde hace siglos, utilizará su influencia para evitarlo.- comenta con un encogimiento de hombros- Es un poco injusto, si tú o yo hiciéramos algo similar…

-Ya…supongo que no todo es ser valiosa por una misma al fin y al cabo ¿no?- culmina, retomando las palabras anteriores de Triss, quien frunce los labios al verse atrapada en su propio argumento.

-Todo ayuda.- evita, por no dar su brazo a torcer en ese debate.

Yennefer se ríe y suelta el brazo de su acompañante para darle un fuerte apretón de manos.

-No cambies nunca Triss. Tengo que dejarte, voy al laboratorio a por los ingredientes que necesito, no quiero que se me olviden en mi viaje de regreso. ¿Nos vemos luego, si? Te buscaré.

-Vale, vale, no te retrases, quiero que te sientes conmigo durante la cena, odiaría soportar a Sabrina yo sola.- y casi suena como una súplica que es respondida con un agitar de la mano de una Yennefer que se alejaba ágilmente por un pasillo lateral y tomaba unas escaleras ascendentes.

En los pisos superiores de la escuela no había nadie, todos estaban en el patio y en los salones, disfrutando del convite, tramando con unos y otros o simplemente poniéndose al día de los acontecimientos de forma casi inocente. Inocente hasta cierto punto, pues nada de tal virtud podía albergarse en este lugar un día como este.

Tissaia de Vries repasaba sus pesados tomos de historia, escribía en sus notas y  murmuraba sus propias elucubraciones, creando una argumentación sólida que apoyase sus convicciones de cara al resto de miembros de Capítulo. Su influencia en muchos de los miembros era grande, pero se encontraba con una poderosa facción tradicionalista en contra; tanto Artorius como Stregobor eran huesos duros de roer en una contienda política y sus apoyos también eran muy numerosos, así que todo se decidiría por la capacidad discursiva de las partes enfrentadas para convencer a los indecisos.

Sin embargo algo que sólo ella podía sentir hizo que sus ojos perdieran de vista las líneas sobre el papel para dirigirse a la puerta, aunque tan solo por un instante. Una presencia mágica que conocía bien y a quien llevaba, en realidad horas esperando, hasta el punto de sentir una zozobra en su corazón pensando que tal vez…pero eso ya daba igual, de un momento a otro cruzaría el umbral la persona más importante de su vida.

Yennefer giró la manija de la puerta al otro lado y entró en el atestado pero ordenado despacho de la directora de la academia para encontrarse con ella enfrascada en la escritura de sus papeles.

-Llegas tarde.- la reprende la directora sin alzar al vista, notando cómo el aroma a lilas y a grosellas inundaba la habitación sólo con la presencia de la joven, haciendo vacilar su entereza.

-No estabas para recibirme, así que fui asaltada por Triss Merigold.- comenta con un tono defensivo y agudo.

-Oh, cuánto lo lamento, debe haber sido horrible.- ironiza la hechicera de más edad, terminando la línea que estaba escribiendo y dejando la pluma en el tintero.- Es una mujer guapa, entiendo que te fijes en ella, además es amable y cándida, joven y desocupada, seguro que si se lo pides iría encantada a hacerte visitas frecuentes a Aedirn.- continúa con un tono entre el sarcasmo y la pretendida ofensa mientras se levanta de su escritorio y lo rodea para apoyarse en el otro lado con indolencia.

-¿Sabes? No te pega nada hacerte la víctima, Tissaia, no resulta ni tan siquiera gracioso.- Yenn levanta ambas cejas y de cruza de brazos, lo que provoca la aparición por vez primera de una sonrisa en la maestra.

-Ni a ti te pega poner excusas como si fueras un perrillo que ha volcado su plato de comida.- devuelve sin variar su posición.

Ahora es la maga más joven la que se queda sin palabras, escondiéndose tras una sonrisa incómoda que esquiva la mirada de Tissaia mirando alrededor como si súbitamente estuviera interesada en la arquitectura de la salita.

-Esto no ha cambiado nada.- y por su tono no sólo se refería al despacho, sino también a ellas mismas y sus habituales comentarios que formaban parte de su extraña dinámica relacional, ambas deseando tocarse pero sin querer dar el primer paso.- A pesar de los años.

-Si algo funciona…-comenta la otra dando unos pasos hacia la del cabello azabache que, aunque era más alta que ella, su presencia y aplomo hacían que no pareciese tanta la diferencia.-…no sé por qué habría de cambiar.- habla ya muy cerca de la morena, embriagada por el aroma de su perfume, su tono se vuelve más bajo e íntimo, provocador y con un casi indetectable temblor que hizo trizas el escudo de Yennefer.

-Te eché de menos.- confiesa la maga con un susurro, como si temiera que las paredes la escucharan.

-Y yo a ti.- sin ánimo de hacerla sentir más vulnerable, la hechicera se pone a su altura emocional y toma su barbilla con suavidad para fundir sus labios en un beso lento y suave, superficial pero muy carnoso, respondido con vigor por la otra, quien coloca ambas manos en el rostro de su amada para igualar su calidez.

Unidas por sus ávidas bocas, el tiempo pareció detenerse para ellas, prologando el momento tanto tiempo postergado, las armaduras de las mujeres parecieron desprenderse gracias al abrazo de la otra, de tal modo que cuando su contacto finalizó, un brillo ardiente e inquieto había nacido en los ojos de ambas, tan cercanos entre sí que parecían querer devorarse.

Fue Tissaia quien tomó la iniciativa, cogiendo la mano de su antigua alumna y llevándola consigo a través de un portal mágico que había generado a su espalda. Yenn la siguió sin poder contener la sonrisa que iluminaba su rostro y ambas se encontraron en los aposentos de la directora, una alcoba grande dotada con su propia chimenea y salita, aunque no estaba profusamente decorada, si contaba con una cama cubierta de ricas y pesadas telas de color borgoña y bordadas con hilos de oro y plata, componiendo intrincados y hermosos dibujos.

Yennefer ardía en pasión descontrolada, dio un pequeño empujón a la maga mayor para sentarla sobre la cama y se dispuso a desnudarse rápidamente, aflojando el corset de su vestido con habilidad, pero no tan rápido como para no impacientarse y volver a buscar la boca de su amante aunque tuviera que inclinarse para ello. Por su parte, la más calmada Tissaia sonreía entre los besos que las unían, su vestido de color verde era mucho más simple y sólo tenía que tirar de unos cordones situados en su nuca y baja espalda para que se abriera y cayera liviano a los pies de la cama.

Finalmente la joven logró deshacerse de su negra envoltura y ambas ya desnudas, pues nada salvo su piel se encontraba bajo sus ropajes, se arrodilló a los pies de la mujer que tenía aún sentada frente a ella y su boca voló directamente desde la contraria hasta los muslos blancos de su amante, devorando su carne con la avidez propia de aquel que ha cruzado un largo desierto hasta encontrar agua fresca en una fuente. Entre besos, suaves mordiscos y lametones, Yenn se abre camino hasta encontrar su propia fuente deseada la cual ya manaba con tentadoras aguas debido a la pasión desenfrenada. Los gemidos no contenidos de Tissaia demostraron que la joven había hallado justo lo que buscaba y sus manos amplias y perfectas se mecieron entre las ondas azabaches de la hechicera, mesando sus cabellos con caricias fuertes y algún que otro tirón que no hacía sino incrementar el empeño de la otra por complacerla- No tuvo que pasar mucho tiempo hasta que el orgasmo la arrasó con poderosa fuerza, tal era su ansia del cuerpo de la otra a la que tanto tiempo había esperado que no iba a dejar que el temblor de sus piernas la detuviese, por lo que ahora tomó las manos de su compañera y tiró de ellas hacia arriba y contra sí, de tal manera que la de los ojos violetas se encontró cara a cara con el rostro sonrojado y jadeante de la mujer que había poblado sus sueños durante largos años en las solitarias noches de Aedirn.

-Me moría de ganas por probarte de nuevo, casi lo había olvidado.- Yennefer se muerde el labio inferior con deseo creciente, apenas incapaz de soportar el calor que encendía su pecho al estar tan cerca de su amante.

-¿Ah sí…? déjame ver…- demanda mientras apenas sin dar tiempo a  recobrar el aliento funde sus labios con los de Yenn en un tormentoso y voraz abrazo de saliva y lenguas ávidas de carnoso reencuentro, como si la mayor deseara degustarse así misma con la deliciosa mezcla del aliento de su amada y mientras el pesado perfume de ella aderezaba todo con ese dulce sabor que ya era una adicción para Tissaia.-Por tu culpa creo que voy a ser incapaz de concentrarme en la reunión…sólo deseando acabarla para volver a este cuarto contigo…- reconoce, despeinando los cabellos ya desordenados de su antigua pupila con los dedos, proporcionando un masaje lento y agradable.

-Faltan horas aún para eso, y tienes suerte de que yo no tenga aún una silla en el Capítulo, porque si así fuera creo que elegiría llevarte la contraria en todo.- asegura con una media sonrisa maligna.

-Eres demasiado impaciente para soportar a una panda de viejos hablando sobre hablar, cerrando acuerdos que no verán sus frutos hasta que pasen décadas, siempre tramando unos contra otros y contándose las mismas viejas batallitas que justifican su amargura.- Tissaia acaricia la mejilla de Yennefer con la delicadeza de quien roza el más bello cristal- Tu eres puro fuego, Yenn, este juego, estas batallas soporíferas se te quedan tan pequeñas…sería un desperdicio de tu potencial.

Yennefer la escucha apoyada en su pecho, sin mirarla a los ojos pero sintiendo la calidez de sus palabras, regodeándose internamente en la alta estima en que la más poderosa de las hechiceras del Continente la tenía. Poco le importaba si era fruto tan solo del amor que se profesaban o si había una razonable sinceridad, ahora se sentía tremendamente elevada y confortada. Aunque no con ello se había terminado sus ganas de pelea.

-¿Esa es tu hermosa manera de mantenerme lejos de tu territorio no?-la ataca volviendo su rostro para ella, retándola con una mirada aguda.- Porque si soy tan buena como dices, podría acostumbrarme a los viejos y ponerlos en su sitio.

-¿También a mí?- le devuelve el reto, alzando las cejas, siguiéndole el juego.

-A ti ya te tengo justo donde quiero.- confirma con seguridad, provocando la carcajada de la mayor, quien le pone la mano en la cara para no ver su expresión de suficiencia, gesto que es respondido con besos en los dedos por parte de la otra.

-Eres terrible, Yennefer de Vengerberg.- replica Tissaia negando con la cabeza, sin que se haya extinguido aún el brillo de la risa en sus ojos.

-Sí, me lo dicen con frecuencia.- acepta la morena con un encogimiento de hombros- Pero basta de hablar…eso lo podemos seguir haciendo por carta.- se posiciona de nuevo sobre el cuerpo de su amante y comienza a cubrir su rostro de besos, con la cascada de cabellos negros como plumas de cuervo cayendo a ambos lados de sus cabezas, enmarcando sus miradas en una especie de intima complicidad, para finalmente unir de nuevo sus labios y la manos de la hechicera mayor vuelven a recorrer la anatomía de la más joven, embarcándose de nuevo en una vorágine caótica de caricias, besos y el reconocimiento de sus cuerpos que tanto tiempo se han extrañado. Los problemas quedaban lejos, fuera de aquel lecho, la política, los monstruos, los brujos y los magos, eran mero atrezo carente de valor entre aquellas paredes…en las que lo único que cabía era su deseo de gozar de su mutua compañía y olvidar que llegaría el momento en que debieran separarse.