La magia más poderosa 14


Capítulo 14. La magia más poderosa.

Año 1263

A los pocos días de ese altercado, Stregobor fue expulsado de Aretusa, Tissaia trató de que también fuera expulsado del Cónclave pero eso era demasiado pedir incluso en esta circunstancia. Tissaia estaba enfurecida por ello, pero ahora no tenía ganas de más batallas, solo deseaba estar junto a Yenn y tener algo de paz, por lo que dio por concluida la reunión del consejo para poder mandar a todos lejos de su academia.

-Tú también, Vilgefortz.- pronuncia la rectora al ver que el mago se quedaba a su lado mientras los miembros del consejo abandonaban la estancia.

-¿Cómo?- pregunta en tono abruptamente sorprendido.

-Ya me has oído, voy a estar muy ocupada cuidando de Yennefer y seguro que tu tienes asuntos que resolver. Con el Cónclave concluido, no hay más temas políticos que tratar para ti aquí ni tampoco de índole bélica.- la rectora muestra una pose serena pero firme, contrariamente a la del mago que parece turbado.

-¿Pero entonces…nosotros?- confuso y tenso, Vilgefortz trata de dominarse a sí mismo, bajando el tono y recortando distancias con la hechicera.

-No hay un nosotros. Somos aliados, o al menos yo estoy dispuesta a mantener esa alianza mientras que cada uno sepamos cuál es nuestro lugar. ¿Te parece bien?- lo mira directamente a los ojos, con una expresión determinada, sin dar un paso atrás ante su acercamiento, cuanto más ve el fondo de los ojos del hombre, más convencida está de que esto es lo correcto.

Vilgefortz abrió la boca una vez más para protestar, pero realmente no tenía por donde, Tissaia había sido muy clara en su ultimátum, si quería conservar su puesto político tendría que perder esta batalla. No le importó, si acaso le escoció en el orgullo, como amante de la directora de Aretusa tenía un control efectivo sobre su facción y ahora sentía que debía ganarse esa alianza pulso a pulso si no quería acabar sin nada.

-Muy bien. Nos vemos, Tissaia, fue un placer.- dice finalmente, tras un suspiro y componer un remedo de sonrisa sardónica.

-Si tú lo dices.- sin acritud, casi con suavidad, la maga deja caer aquel comentario afilado y se da la vuelta para volver al interior de la academia, segura de que el mago optaría por la rendición, ya no tenía nada que hacer aquí. Y efectivamente a los pocos minutos dejó de sentirle.

Y Tissaia se sorprendió de lo poco que le afectaba su marcha.


Tras la marcha de todos los invitados al Cónclave, ya en la noche, Yennefer aguardaba en los aposentos privados de la rectora, recuperándose aún de la tortura mental y emocional que Stregobor le había provocado. De no ser por la intervención de Tissaia para salvarla, quizás su mente habría quedado dañada para siempre ya que el anciano y decrépito mago no era cuidadoso y cabal en el uso de esa magia, había sido torpe y dañino, tal vez por desconocimiento de la técnica adecuada, tal vez por despreocupación absoluta por el futuro de la víctima. Incluso Tissaia había tenido más cuidado con el interrogatorio sobre Cahir para aguantar su estabilidad mental por días en lugar de destruirlo en la primera acometida.

Yennefer había enfurecido al saber la decisión del consejo de no castigar debidamente a Stregobor por lo sucedido, pero la resolución de Tissaia para finalizar el Cónclave ese mismo día había obrado como contención de su rabia. Aunque fuera en las circunstancias más extremas, Yennefer volvía a sentir el cálido abrazo del amor de la mujer a la que más había admirado nunca y se sentía tremendamente arrepentida de haber sido tan dura con ella, tanto en sus esfuerzos por encontrar solución a su mal como en su propio fuero interno, cuando pensaba que Tissaia no buscaba tanto ayudarla como investigar o experimentar con el problema.

La joven maga emitió un largo suspiro, sentada en la cama carmesí, silenciosa testigo de sus risas y encuentros, acarició con las yemas de los dedos los bordados dorados y se perdió en el agradable y cálido tacto del cobertor de terciopelo.

No podía castigar a Tissaia por no amarla como ella había deseado, hay cosas que no se pueden forzar, si para ella ese tiempo había pasado, pues Yenn no tenía otra que asumirlo y aceptar que había una enorme escala de grises entre el amor y el desprecio. Estaba segura de que Tissaia no podía amarla, pero eso no quería decir que la despreciara, en absoluto…solo que no la veía como ella quisiera ser vista. Una silenciosa lágrima rodó desde sus violáceos ojos por la mejilla y se desprendió en su barbilla para precipitarse sobre su vestido.

En ese momento la puerta se abrió, no de golpe, pero tampoco despacio, con la naturalidad de quien entra en su casa. Yen no necesitaba girarse para saber quién era.

-¿Ya se fueron todos?- pregunta la morena, de espaldas a la puerta, con un tono cansado, nada fingido, realmente estaba agotada.

-Así es.- confirma Tissaia, sin moverse de su sitio, incapaz de dar un paso adelante ni tampoco de retroceder, de repente sentía que había un precipicio ante sus pies y que si daba un paso más, tendría que enfrentarse a algo a lo que nunca había podido plantar batalla.

-Vale. Entonces…yo también me voy.- se levanta despacio y se gira para encarar la salida, encontrándose con el gesto confuso y contrariado de Tissaia.

-¿Te vas? ¿A dónde?- inquiere Tissaia, con un nudo en la garganta.

-No lo sé. Pero supongo que Vilgefortz y tú tendréis…asuntos. Cosas de política.- carraspea para serenar su voz, se pasa una mano por la morena tez borrando el camino que la lágrima dibujó en ella.- No quiero…

-Vilgefortz se ha ido.- interrumpe Tissaia, mirando fijamente a los ojos acuosos de su antigua alumna.

La revelación casi hizo que Yenn se desequilibrase, sorprendida.

-¿Se ha…ido?

-Yo le dije que se fuera.- matiza la rectora, dando un paso adelante para recortar parte de la distancia que la separaba, física y metafóricamente con Yennefer.

Yennefer se había quedado de piedra, mirando a la directora con una expresión de incomprensión absoluta.

-No…no lo entiendo.- la voz le temblaba, el corazón se le aceleró, su alma vibraba con la emoción de un descubrimiento que su mente se negaba a asumir para no acabar herida de nuevo.

-Yenn…- Tissaia avanza un paso más y le toma la mano entre las suyas, acariciando con ambos pulgares el dorso- Yo no…no amo a Vilgefortz. Es decir yo creía que si pero…no era cierto. No era amor de verdad, el amor auténtico es aquel que te hace arder cuando ves a la persona que anhelas y que te hace helarte de frío cuando estas lejos de ella. Yo creía que el amor tenía que ser calma y pausa, precaución y observancia.- traga saliva, le cuesta hablar, cuando más posterga lo que realmente tiene que decir, más se le aprieta el nudo en la garganta.

Yennefer se hallaba perdida en los ojos de su antigua maestra, intentando ver más allá, como si estuviera intentando descifrar unas runas antiguas porque no puede creer lo que está entendiendo.

-Tissaia…- empieza a decir, queriendo dar un paso atrás, queriendo evitar oír algo que pudiera partirla en dos por dentro, pero la rectora no se lo permitió, tirando de su mano hacia ella y ella…ella no quería luchar.

-Déjame acabar.- suplica la maga, sin perder el contacto visual.- Lo que intento decir es…es que esa noche en Sodden.- no hacía falta concretar a qué se refería- Te fallé. Te fallé como instructora…te fallé como amiga y te fallé como amante.- tragó saliva, sus ojos se llenaron de lágrimas- Te pido disculpas, tu me dijiste que me amabas y yo te mandé a la muerte. Lo siento…lo siento mucho Yenn. Y sé que es tarde pero…pero tengo que decirte que te amo.- cuando finalmente lo soltó, Tissaia sintió que se desprendía de una losa que la ahogaba con su enorme peso, y se sorprendió de lo liviana que se veía ahora- Esa…esa es mi verdad. Te amo, Yennefer, siempre lo he hecho y siento haber estado tan alejada de ti…sé que te he hecho un daño incalculable y que no puedes perdonarme pero…

Tuvo que interrumpir su alegato porque Yennefer se abalanzo sobre ella, tomando su rostro con ambas manos y fundió sus labios en un beso, uno violento, salado, fuerte y arrollador, descargando décadas de frustraciones que parecían haberse diluido como azúcar en el té ante las palabras “te amo” que Tissaia había pronunciado. Las lágrimas mezcla de pena y alegría de ambas mujeres se mezclaron con su saliva en sus bocas las cuales, sin emitir ningún sonido, estaban comunicando mucho más de lo que podrían decir con palabras.


Unas semanas más tarde…

– Zeilil eip.- de nuevo, la piedra, obediente, se eleva ante la orden de la mujer de los ojos violetas y una sonrisa de suficiencia se dibuja en su rostro, complacida. Frente a ella, Tissaia la observa con una enorme satisfacción, orgullo y amor.

-Es inaudito.- comenta, aún sorprendida, negando con la cabeza mientras toma ávidas notas.- El Caos parece haber regresado a ti como si nunca se hubiera ido, no siento que haya daños en tu poder, el intercambio es fresco y natural.

-Gracias a tu paciencia y a tus lecciones.- argumenta Yennefer, volviendo a bajar la piedra flotante para posarla despacio en el escritorio de la rectora.

-Bobadas, la paciencia no genera magia, las lecciones sólo sirven para tener la mente en calma y doblegar los sentimientos.- confiesa la rectora, sin parar de tomar notas ajena a que Yennefer rodeaba la mesa para situarse a su lado y observar lo que iba escribiendo.

-“…la maga parece haber sanado su conexión con el Caos sin intervención alguna de agentes externos…”- lee en voz alta la hechicera, sonriendo sesgada- ¿Sin intervención de agentes externos? ¿De verdad?

-¿Qué insinúas? No deseo falsear el estudio, realmente ninguna pócima ni ritual ha servido…

-¿Y qué me dices de esto?- levanta la mano y muestra un anillo en su dedo anular, una alianza de plata prístina y brillante, sencilla pero muy hermosa.

Tissaia se sonroja y baja la mano al anillo que ella misma lleva, exactamente igual que el de la morena.

-¿Entonces…qué debería escribir?- pregunta la hechicera mayor, lanzando un suspiro de rendición ante la lógica aplastante de Yennefer.

-¿Qué te parece…que es causa de la magia más poderosa?- sugiere la de los ojos violetas, apoyando los codos en el escritorio junto a la posición de Tissaia, acercando mucho sus rostros, sus labios estaban a escasos centímetros, y la pluma de la rectora se había detenido sobre el pergamino, dejando caer una gota de tinta sobre la línea que estaba escribiendo.

-La magia más poderosa…-musita, paladeando las palabras, dejando escapar el aire por su nariz mientras su mirada verdosa se bañaba de la púrpura de su amada. De su esposa. De la mujer más maravillosa que había conocido sobre la faz de la tierra.- ¿Tu crees que alguien lo entenderá?

-Lo entenderá…quien lo haya vivido. Y quien no…pues siento lástima por su desgracia.- apuntala Yennefer, sellando sus palabras con un beso corto, fugaz, cargado de sentimientos e intensidad.

-Yo también.- concuerda Tissaia tras el beso e, ignorando la mancha del tomo, tacha la última frase y la reescribe.- Listo ¿vamos a cenar?- pregunta, dejando la pluma en el tintero y el libro abierto, mostrando la que sería la última frase del tratado, ya que no cabía mayor explicación tras lo expuesto. Para quien quisiera y pudiera entenderlo.

Y la maga sanó su vínculo con el Caos por causa de la magia más poderosa.”

Tissaia de Vries.