La magia más poderosa 1


Capítulo 1. El amanecer

Año 1245.

A través de las contraventanas de madera ajada y carcomida por las inclemencias del tiempo y un deficiente mantenimiento, la luz del temprano amanecer empezó a filtrarse para iluminar el dormido rostro de una mujer de piel oscura, cabellos azabaches y rasgos tan hermosos que incluso la luna tendría celos de su belleza.

Debido a esta incomodidad, la mujer se agitó en su, hasta ahora, plácido sueño y sus manos se movieron por la cama de burdas y toscas sábanas buscando algo. O a alguien. Al hallar la nada en su búsqueda, los párpados se abrieron en una mueca de desconcierto, revelando una mirada violácea, brillante aún en su reciente despertar. Incorporándose levemente, la sábana cayó de su hombro dejando su piel desnuda expuesta al frío de la madrugada, pero no parecía importarle en absoluto, pues sólo tenía ojos para la persona que se encontraba de espaldas a ella, fuera de la cama, totalmente vestida y arreglándose el cabello en un recogido estricto.

-Te vas.- habla la mujer en la cama, no era una pregunta, sino una afirmación teñida de amargura orgullosa.

La mujer que se hallaba de pie no pareció sorprenderse por la voz de la primera, al contrario, continuó con su tarea con gestos firmes y dándole la espalda obstinadamente.

-Tengo obligaciones.- responde al cabo de unos largos instantes.- Y tú también, Yennefer, no puedes…

-No me des lecciones, ya no eres mi maestra, Tissaia.- la corta con violencia la de los ojos color violeta.

-Entonces demuestra que no las necesitas.- sin amilanarse, la mujer se gira ahora sobre sus pies y la encara con un aire de suficiencia.- Todas las hechiceras que salen de Aretusa tienen el deber de aconsejar al gobernante del reino que se le asigna.

-¿Y a cuantas de esas hechiceras visitas para acostarte con ellas?- replica Yennefer con mordacidad.

Tissaia guarda silencio, tardando demasiado en encontrar una réplica a la altura, por lo que consideró más digno enfriar su sereno rictus y ocupar el lugar en el tocador de la habitación frente al espejo para terminar su recogido y colocarse los pendientes.

El silencio de Tissaia no trajo consigo la sensación de victoria que Yennefer esperaba, en su lugar un fuego iracundo brotó en su pecho al sentirse ignorada y salió de la cama como un huracán sin molestarse en cubrir su desnudez, plantándose justo tras su antigua maestra.

-No se te ocurra ignorarme, Tissaia.- y su voz suena a amenaza.

-No lo hago, solo espero a que te comportes como la mujer que eres y dejes a un lado esa actitud caprichosa que nada bueno te ha traído.- responde con controlada frialdad, evitando mirar a la morena a través del espejo. Sabía que si cruzaba la mirada con ella, si ponía los ojos en su cuerpo, el calor se volvería a encender en ella y volvería a perder la batalla que había venido a librar. Otra vez.

-No me ha traído nada de lo que tu querías para mí. -matiza con sorna.- Y sin embargo me alejó de un rey egoísta que mandó asesinar a su mujer y a su hija de pocos meses cuando estaban a mi cuidado sólo para tener el pretexto de volver a casarse con una nueva cortesana que le dé por fin un varón que pueda gobernar en Aedirn.

-Y ahora eres una maga renegada a la que el Capítulo quiere ver encarcelada.- responde sin inmutarse, en un tono aleccionador y superior.- Durante tus años en la escuela de Aretusa traté de enseñarte cómo era el mundo, este mundo, aprender magia sólo era una de las lecciones, nunca entendiste que no todo es el deseo de poder y tus caprichos.

-Los míos no, ¿pero si los de los reyes que matarían a su familia por un palmo más de terreno?- devuelve ferozmente, con los puños apretados.

-Eso es.- con frívola simplicidad, Tissaia se sabe superior en esta discusión, precisamente por la falta de control emocional que Yennefer está demostrando, la vieja maestra, vieja sólo en edad puesto que la maga tenía más de trescientos años aunque su rostro esculpido en blanco mármol no revelase tener más de cuarenta.

Aprovechando su ventaja, la maestra se incorporó y se giró en un grácil movimiento, encarando directamente a la ardiente y violenta mirada que Yennefer tenía para ella. Tissaia podía sentir el Caos creciente, arremolinándose en la habitación, presto a ser canalizado por su ex-alumna en forma de un hechizo que a duras penas podría controlar en este estado de agitación.

-No es tarde, Yenn.- su tono se vuelve sinceramente más cálido y agradable, sin paternalismos, teñido de amor y verdadera preocupación- Vuelve conmigo, haré que el Capítulo te perdone.- pone las manos en los brazos desnudos de la morena y baja en una caricia hasta tomar sus manos entre las suyas.- Si no lo deseas, no te haré volver con el rey de Aedirn, yo misma le escribiré. Quédate conmigo en Aretusa, puedes enseñar a las nuevas generaciones.

Si Yennefer estaba prestando algo de atención a sus amables palabras, Tissaia perdió toda posibilidad de diálogo con su última propuesta, la cual fue recibida con una sonrisa desprovista de toda alegría.

-¿Enseñar? ¿Eso es lo que quieres ahora para mí?- suelta las manos de su antigua maestra con frialdad y se aparta con gesto desinteresado de quien, hacía unos momentos, había ido a buscar en pos de algo de consuelo y puede que afecto- Quieres que me pudra entre los muros de una avejentada escuela, viendo como otras cumplen sus sueños, descubren lo que es el poder del Caos, lo toman para luego sólo ser devoradas por las cadenas que te atan a ti y a todas las magas de este mundo. Quieres para mí que sea tu compañera en la condena que has elegido, pero relegándome a tu sombra, siendo la eterna segundona de la gran Tissaia de Vries.- escupe las palabras como si fueran un pérfido veneno ante el gesto aparentemente impertérrito de la maestra.- Pues lo siento, pero me temo que voy a declinar tu generosa oferta. -irónica y con un tono cáustico, la joven maga se vuelve para el otro lado de la habitación y comienza a recoger violentamente sus prendas desperdigadas por el cuarto.

Dolida en lo más hondo de su ser pero decidida a no darle la satisfacción a Yennefer de mostrárselo, Tissaia aguanta toda la explosión de ira de la joven con una expresión de tensa calma y deja pasar el tiempo tras ello, en unos largos instantes de silencio en los que tal vez está buscando algo que decir que pueda encauzar de nuevo la situación.

-Sólo quiero un futuro para ti, Yennefer.- termina exhalando, separándose del tocador para dirigirse a la puerta, en claro ánimo de abandonar la estancia.- Tu rebeldía nos pone en peligro a ambas, no puedo seguir fingiendo que no sé nada de ti.

-Entonces olvídame.- replica y su tono duele como el restallar de un látigo en la carne. Ahora es la alumna la que da la espalda tercamente a su amante.- Eso sería lo mejor para las dos.- los ojos le arden por las lágrimas cálidas que desean aflorar bajo sus párpados, pero está resuelta a no mostrar debilidad.

El silencio de nuevo se hace presente en la fría habitación y parece que ninguna sabe cómo romperlo. Ambas querrían estallar en gritos, en llanto, decirle a la otra que la ama con todo su ser. Pero ninguna lo hará, el orgullo las refrena, el miedo a amar con mayor intensidad y quedar a merced de la otra.

-No puedes tenerlo todo, Yennefer de Vengerberg. Nadie puede.- dice en un susurro sosegado, perfectamente audible no solo por los oídos, sino también por el corazón.- Elige un camino y síguelo, pero toma también sus consecuencias.

Con las lágrimas ya brotando de sus violáceos ojos, la maga de cabellos azabaches aprieta los dientes y, a punto de perder el control, se vuelve violentamente para replicar.

-Que no me des…- pero ya no había nadie que la escuchara, Tissaia se había desvanecido en el aire gracias a un hechizo y no se había dignado a usar la puerta.-…lecciones.- termina su frase con una mueca desencajada, con la mirada perdida, sin saber qué hacer con toda la rabia que se había agolpado en su pecho. Mas en unos segundos esa ira se transformó en frustración y de ahí en pena, dejando manar su llanto libremente ahora que se sabía sola.

Sola. Otra vez.