Más allá del deber
-Mamá ¿Cómo no has venido a la fiesta de Jayce?- pregunta Caitlyn al llegar a casa mientras se va desembarazando de todas las joyas y adornos que tanto odiaba llevar.- Papá y yo te estuvimos esperando.
-Lo siento, me temo que tuve un terrible dolor de cabeza, una migraña despiadada, seguro que aún como consecuencia de la explosión.- responde la señora Kiramman desde un gran sillón orejero donde se haya reposada con una taza de infusión entre las manos.
El disgusto de la agente se borra instantáneamente para ser sustituido por una mueca de sincera preocupación y algo de culpa por no haber medido sus palabras, al fin y al cabo, no hacía tanto que su madre había salido del hospital.
-Ah, lo siento, ¿ya te encuentras mejor?- pregunta afligida, acercándose para posar su mano en el hombro de la madura mujer. Ésta le responde posando la propia sobre el dorso de la de su hija.
-Lo estaré, hija. Lo estaré.- responde afirmativa, con un toque enigmático en su tono al que Cait no dio importancia.
Todo está ya arreglado, nos vemos esta noche en el puente.
Pastelillo
La nota es desplegada con apatía en las manos surcadas de sangre de la matona. Llevaba horas machacándoselas contra las paredes de su nuevo hogar, pareciera que quisiera derrumbarlo por entero. Ahora muchas columnas tenían siniestras manchas rojas, algunas ya marronáceas y otras extremadamente recientes.
Justamente después es arrugada y cristalinas lágrimas se mezclan en el papel con la sangre y la tinta, ensuciándola absolutamente y emborronando las letras.
-Eres responsable de ellos, Vi. Si les dices que hay que hacer fuego, traerán gasolina… -las palabras de aquel hombre que había sido más que un padre rebotaban en las paredes del cráneo de Vi, pero no sonaban a consuelo, ni eran un orgullo, eran el recuerdo de su fracaso. Sus propias fantasmas del pasado la devoraban desde dentro.
Cuando Vander le dio este discurso aún era una niña, antes de Silco, antes de Stilwater…antes de que todo se volviera tan complicado, cuando aún era fácil distinguir a los buenos de los malos, a la familia y a los que intentaban destruirte. Entonces no lo sabía, pero ahora si…entonces era inocente, tan inocente como podía ser un niño cualquiera en Zaun.
Pero las cosas habían cambiado tanto…ella misma, Powder, toda la ciudad, tanto Piltover como Zaun ya no eran las mismas que entonces…o tal vez ahora era ella quien lo veía todo diferente, ahora que lo correcto y lo incorrecto se desdibujaba y no era tan fácil distinguir amigo de enemigo.
-No.- se dice, interrumpiendo su línea de pensamientos.
Lo correcto y lo incorrecto estaba claro…hasta ahora había bastado con improvisar, ir sorteando los peligros según aparecían, ni ella ni Caitlyn habían tenido tiempo de pensar desde que se conocieron. Todo era luchar por sus vidas o por proteger las de otros…todo había sido cumplir con su deber. Con lo que era correcto.
¿Acaso no se merecían entonces un descanso? ¿No se merecían ser felices y apartarse de todo como era su deseo? Se preguntaba, dolida hasta en lo más hondo de su corazón.
-Pero yo no soy nadie. No puedo darle felicidad. Solo soy…una vagabunda de Zaun. – su mente divagaba poniéndose trampas a sí misma- Ella me seguiría hasta el fin del mundo…y eso me hace responsable de lo que le pase…de la vida que deja atrás. Ni puedo prometerle algo mejor…en este cuchitril…-lamenta, golpeando con el pie una lata que atraviesa un cristal cercano con un estrépito, una de las pocas ventanas que quedaban en pie- …y tampoco puedo cuidarla…no pude cuidar de Claggor…ni de Mylo…ni de Powder… ni de Ekko… Solo estropeo la vida de la gente.
Las lágrimas irrumpen en sus ojos como torrentes incontrolables, hunde la cara en las manos como si no quisiera que la misma soledad la viera así.
Se levanta y vuelve a plantarse ante una columna, descargando su ira, su rabia y su miedo sobre ese muro frío e impertérrito, puñetazo tras puñetazo, la sangre manaba pero con ello aumentaba su determinación y su capacidad para centrarse.
–No. Esta vez. Esta vez lo haré bien. –se promete a sí misma, entre aullidos de dolor y lágrimas de cólera, que resbalaban ardientes por su sucia cara.- No fallaré.
La noche era clara y serena, el firmamento estaba copado de estrellas, luces brillantes que anunciaban una velada nocturna inusualmente fría. El puente estaba en calma, los vigilantes hacían una despreocupada ronda en el lado de Piltover, había recibido órdenes de dejar calmar las cosas, no convenía atosigar a los zaunitas respirándoles en la nuca.
Había sido una inteligente sugerencia de Caitlyn durante la velada anterior, todo planeado para, como suele decirse, matar dos pájaros de un tiro; en primer lugar creía en lo que decía sobre rebajar las tensiones con Zaun, que los habitantes se sintieran vigilados no haría nada bien para restaurar el orden y algo parecido a una paz. Por eso era mejor despejar el puente y permitir el paso de mercancías lo antes posible. Pero por supuesto esta bajada de guardia convenía a la agente que aprovecharía el cambio de guardia para colarse entre los distraídos policías y cruzar el puente, que era lo suficientemente amplio para que no se viera de un extremo a otro y la bruma semipermanente que cubría el rio Pilt haría el trabajo de ocultarla de la vista el tiempo suficiente.
La maniobra había salido a la perfección, una Caitlyn ataviada con ropa discreta y con su rifle pleglable como único equipaje, se había inmiscuido a través de la inexistente frontera entre los distritos superior e inferior a través de las pasarelas de mantenimiento inferiores y realizando pequeñas escaladas para pasar de unos cimientos a los siguientes, tal y como Vi le había mostrado el día de su marcha. Una vez alcanzada la mitad, la vigilante vio la escalera que la pelirrosa le había advertido que encontraría, un poco elevada del suelo para que no fuera fácil de acceder, pero cualquier adulto podía llegar sin inconvenientes. Y la utilizó para elevarse y aparecer por una escotilla oculta en el suelo del puente, muy cerca de su final. Silenciosamente volvió a colocar la alcantarilla en su hueco y se incorporó con cuidado. Como había previsto, ningún peligro a la vista, los vigilantes que pudieran estar de guardia estaban bien lejos de este lado, considerado extraoficialmente al menos, parte de Zaun.
Una vez con su posición asegurada miró a su alrededor sin encontrar a quien había venido a buscar…pero no estaba.
Quizás sea un poco pronto.- razona y permanece a la espera, tranquila, Vi no encajaba en el perfil de persona puntual.
Pasaron los minutos y, sin darse cuenta, Caitlyn había empezado a apretar la mandíbula de manera intermitente.
Le mandé correctamente la nota ¿verdad? Si, claro, el sistema de mensajería propulsada no falla nunca.
Entonces quizás no lo ha visto. Igual ha estado fuera o…
…o le ha pasado algo.
El corazón de Cait empieza a latir con fuerza, traga saliva y escudriña con desazón la oscuridad del otro lado del puente, como si aquello le fuera a revelar algún secreto.
Los segundos parece minutos, y los minutos horas. Ya era noche cerrada y el silencio y la quietud absoluta eran las únicas compañías de la vigilante.
Esto es absurdo…bajaré y averiguaré qué ha pasado.
Se pone en pie con resolución y se dirige hacia el final del puente, pero pasando por debajo de los arcos, una figura se le puso delante, impidiéndole el paso.
-Yo que tu no haría eso. Estas muy lejos de casa, agente.
En un rápido y eficaz movimiento, Caitlyn extrae el rifle de su vaina, desplegándolo en un abrir y cerrar de ojos, presto para apuntar a quién tenía enfrente.
-Lo que yo haga no es asunto tuyo…identifícate.– exige a la figura envuelta en sombras.
-Ella no va a venir.– sentencia la voz, masculina, grave y serena, pero no por ello apacible, su tono era evidentemente hostil.
Cait enmudeció un instante, sintió su corazón detenerse por un momento pero pronto se vio impelido por una nueva fuerza, cargada de ira y altivez.
-Muéstrate.- insiste, decidiendo no permitirse aparentar vulnerabilidad.
La persona dio un par de pasos atrás, donde un rayo de luz proveniente de la luna iluminaba esa zona entre los arcos y allí de quitó la capucha y una especie de máscara que le cubría y distorsionaba su voz.
El rifle tembló una vez más en las manos de la joven Kiraman.
-Ekko…- musita al reconocerle, pero aprieta los dientes, renegando de su confusión, continua apuntándole.- ¿Qué haces aquí? ¿Dónde está Vi? – no sabía porqué seguía apuntando al chico, tal vez porque no hacerlo sería conferirle veracidad a sus palabras…tal vez porque bajar el arma le haría sentir vulnerable.
-Ella está donde debe estar…y tu deberías volver al lugar al que perteneces. Las cosas son así, vigilante, no las podemos cambiar.
-NO.– espeta, rabiosa.- Ella es diferente. Yo soy diferente. He venido porque…
–No es tan sencillo…– continua hablando el peliblanco
-¡PUES QUE ME LO DIGA ELLA!– le interrumpe abruptamente, perdidos los papeles, arroja su arma al suelo y se abalanza sobre Ekko tomándole de las vestiduras para hacer chocar su espalda contra una de las vigas del puente. Sus ojos se habían empezando a anegar de lágrimas, ardientes y llenas de rabia.
Ekko no trata de defenderse ni de quitarse a Caitlyn de encima, apenas un quejido sale de sus labios ante el brutal choque, pero no aparta la mirada oscura de los cristalinos ojos de la vigilante.
-Lo siento, Caitlyn. Vi me pidió que viniera en su lugar. No quería decirte la verdad a la cara.-su tono se ha vuelto algo más suave y humano, pero sigue teniendo ese carácter de innegable veracidad.
-¿Qué verdad?– pregunta con un temblor en la voz, su corazón ya temía conocer la respuesta.
-Que no te ama.- aquellas palabras cayeron como una losa sobre la conciencia de Caitlyn quien sintió que sus manos perdían su fuerza y terminó por soltar a Ekko, quien aprovechó para tomárselas y bajarlas imponiendo de nuevo distancia entre ellos.
-Es mentira…–niega tragando saliva, pero permanecía inmóvil en su posición, siguiendo al peliblanco con la mirada, quien se apartaba y se situaba a un costado de ella.- es…mentira…
–No.- ataja pronto el chico- Ella me lo dijo. Que había estado pensando en el futuro…que ahora sin Vander ni Silco las lineas eran un lugar inseguro…que tenía que centrarse en su futuro, en el de Zaun. Que sería cuestión de tiempo que debieran volver a defenderse de…vosotros.– su tono aquí se volvió un tanto acusatorio.- Que debía proteger a Powder de quienes aún quisieran encerrarla.
–Pero…yo puedo…yo quiero ayudarla en todo eso. -aprieta los puños- Todo eso no es un impedimento para…
-Sí que lo es. Tu eres una distracción. Un estorbo. No lo entenderías. No eres de Zaun.- cada frase está teñida de hostilidad, duelen tanto en la mente y en el corazón de Caitlyn como si fueran puñaladas en su alma, tanto es así que termina por apartar la mirada, incapaz de contener las lágrimas.
Ya no puede hablar, porque siente que si lo hace, romperá en llanto y no va a darle esa satisfacción a su interlocutor.
Tras unos segundos de silencio, Ekko entiende que Caitlyn no tiene más que decir y continua hablando.
-Es mejor así. Mejor ahora que…dentro de unas semanas o meses. Ahora puedes volver y continuar tu vida. Olvídate de ella…olvídanos a todos.
Ha empezado a llover. Tal y como fue la última vez que Caitlyn sufrió de manera parecida, hacía unos pocos días que Vi le había dicho unas palabras muy parecidas, frente al edificio del consejo. Pero esta vez ni siquiera estaba ella. Ni siquiera había dado la cara
La lluvia empapa los cabellos y las ropas de ambos, Ekko se cubre con su capucha y mete las manos en sus bolsillos.
-Vete a casa, vigilante. Haz de esta ciudad un lugar mejor. Nosotros haremos lo mismo en este lado.
El rumor de la lluvia fue en aumento, hasta volverse ensordecedor su golpeteo en las estructuras metálicas de su alrededor.
El chico no tardó en irse pero Caitlyn se quedó allí. Bajo el chaparrón. Cuando estuvo sola las lágrimas fluyeron descontroladamente, mezclándose con las gotas de agua que se escurrían por su pelo. No sentía el frío, ni la humedad, ni la soledad…ni el miedo de estar allí sola en la noche.
Simplemente no sentía…nada.
El escenario estaba sumido en la oscuridad hasta que con un sonoro click, los focos iluminaron toda la sala, el público reunido se alzó batiendo la palmas, algunos silbaron y exclamaron vítores dirigidos a la persona que subía los escalones laterales.
Las fanfarrias victoriosas llenaban el ambiente con su música espléndida y brillante, celebrando el final de una era y la bienvenida de otra.
Jayce Talis, presidente en funciones del Consejo pues había prometido dejar el cargo tras unas elecciones que eventualmente se celebrarían en las semanas venideras, subió por el otro lado saludando a la muchedumbre, presto a recibir, en el centro del escenario, a la persona que era realmente la protagonista de aquella velada.
-Damas y caballeros de Piltover, me place anunciar que Caitlyn Kiraman, heroína de la ciudad, ha aceptado el ofrecimiento de convertirse en nuestra nueva Sheriff. Un fuerte aplauso para ella y para nuestro brillante futuro…- Jayce toma la mano de la mujer del pelo azul que tenía a su lado y la alza junto a la suya en señal de victoria. Por supuesto la gente ya lo sabía, el anuncio había sido ampliamente publicado por toda la ciudad e incluso fuera de ésta, todos habían acudido a la celebración de su nombramiento. Y todos estaban encantados.
Por su parte, Caitlyn ponía su mejor sonrisa, lo intentaba de veras, seguramente convencía a muchos, pero en su interior sólo deseaba terminar este espectáculo y volver al despacho, ponerse a trabajar, tenía claro que no iba a ser sólo un símbolo de supervivencia, iba a ser el azote del crimen. Pero de momento lo único que había azotado eran montañas de papeles que el anterior sheriff sólo había amontonado y escondido, centrado como estaba en evitar que las acciones de Silco en la ciudad subterránea salieran a la luz. Había dejado un caos y un sin fin de delitos por resolver. Y ahora ella se ocuparía gustosa de todo…en cuanto sus obligaciones sociales se lo permitieran.
De momento sólo le quedaba sonreír y posar.
-…ahora nuestra flamante nueva Sheriff dedicará unas palabras para la ciudad.- mientras Cait estaba perdida en sus pensamientos, Jayce había seguido hablando, ensalzando sus virtudes, hablando de su valor, de cómo había sobrevivido a las calles negras, cómo había sido secuestrada y torturada y como ella sola había logrado sobreponerse a todo hasta arriesgar su vida y su integridad por el bien de la ciudad. Una historia preciosa, muy bien construida…claro que ella misma la había construido. O había dejado que se construyera sola.
No era mentira…realmente había sobrevivido a cosas realmente duras, pero había heridas…que nunca cerraban. Pero eso sólo lo sabía ella.
Se acerca al atril y carraspea, el micro amplifica ese sonido que vuela por toda la sala con más fuerza de lo esperado. Por un momento siente la necesidad de pedir perdón por eso, pero rápidamente deshecha esa idea. No podía permitirse flaquear ni parecer débil.
Aferra con decisión sus papeles y comienza su discurso.
-Gracias, presidente del Consejo.- le dice a su amigo, quien se retira para dejarle a ella todo el protagonismo.- Todos me conocéis. Conocéis a mi familia, he jugado en las calles de esta ciudad, a las puertas de vuestras casas. Por eso es que conozco el sentir de esta ciudad. La he sentido crecer…progresar con el trabajo duro de todos vosotros y también de muchos otros que no están aquí. Todos habéis hecho lo posible para ver una Piltover mejor cada día. Y ahora empieza mi turno. Con vuestro apoyo, pienso sanar esta ciudad. Con vuestra confianza, avanzaremos, dejaremos atrás las heridas del pasado. Un nuevo comienzo para todos, un futuro brillante, con las nuevas tecnologías, con nuevas miradas, con nuevos esfuerzos. Todo lo que hemos sufrido, todas las pérdidas…habrán merecido la pena porque vamos a resurgir con más fuerza y habiendo aprendido de los errores. Lo nuestro es la ciencia y en la ciencia los fracasos significan la posibilidad de evaluar todo desde una nueva perspectiva y estar cada vez más cerca del éxito.- hace una pausa estudiada, casi dramática.
-No os puedo prometer que acertaré siempre, que encontraré el crimen a la primera y que resolveré todos los casos sin equivocarme ni una vez. Lo que si os puedo prometer es que no descansaré hasta que que esta ciudad sea un lugar mejor, para todos. Y que cumpliré con mis obligaciones y que iré incluso más allá del deber. Gracias.- concluye y no tardan en lloverle los aplausos.
Breve y conciso, abstracto pero firme, Caitlyn alza la vista de los papeles y recibe la calurosa ovación de la multitud. Barre la sala con la mirada para dedicar una gesto a su madre que está entre el público y entonces debe parpadear.
Ahí estaba. Una melena rosa entre la multitud, con los brazos elevados, llenos de tatuajes, en las filas de atrás. Aplaudiendo como los demás. Unos ojos azules se cruzaron con los suyos y Caitlyn sintió que se le cortaba la respiración. Parpadea de nuevo.
Ya no está.
Confusa, vuelve a mirar a toda la sala, buscando…buscando…nada. Nadie.
¿Se lo habría imaginado?
Jayce aparece junto a ella
-¿Estás bien?- le susurra cogiéndola de los hombros.- Te has quedado traspuesta, venga, saluda, la gente mira raro.
Cait tarda un segundo en recomponerse y mira de nuevo al publico, era cierto, los aplausos se iban mitigando y alguna gente susurraba con preocupación entre ella.
-Sí, está todo bien. – asegura recuperando el tono, dirige una última sonrisa segura a la multitud y se retira.
Por delante le quedaba un largo coctel, muchas conversaciones banales, aguantar las buenas palabras, hacer algunas promesas, recibir una cantidad inmerecida de halagos…y rezar para que la dejaran marchar pronto.
Pero no volvió a ver esa melena rosa ni ese rostro surcado por las cicatrices en toda la velada.
Y tardaría mucho…mucho tiempo en volver a verla.