ARCANE. Más allá del deber 11


El tiempo que tuvimos

Cuando Jayce entró en el laboratorio de antaño compartió con su buen amigo, no halló nada que le sorprendiese o extrañase. Todo era un revoltijo de papeles, anotaciones, elementos de escritura, libros… y el núcleo Hex flotando en su base de trabajo, impertérrito, como si lo que ocurría en este mundo no fuera de su incumbencia…como un narrador omnisciente que todo lo juzga y evalúa quien sabe con qué propósito.

-Jayce ¿qué hacemos aquí? Ya te dijeron que no habían visto a Viktor en la academia…-interrumpe Mel irrumpiendo en la sala tras el presidente del consejo cuando éste, sin mediar consideración alguna alza su gigantesco martillo y éste chisporrotea en el aire amenazadoramente antes de que su ira se descargue sobre el artefacto flotante. 

El primer golpe hizo que se quebrase en su superficie, volutas de humo empezaron a desprenderse de las grietas que el ataque había causado, empezó a girar con desespero, era como si tratase de huir, pero se quedaba en su posición, volteando frenéticamente hasta que el segundo golpe se hizo presente y entonces estalló con un sonido profundo y cristalino, así debía sonar un glaciar al desprenderse de un iceberg. El núcleo hex pareció lanzar un lamento gutural, un chillido devastador, como el arañar de una punta sobre una pizarra…y luego nada. Tan solo silencio. Los pedazos se esparcieron por la mesa, algunos cayeron de ella y llegaron arrastrándose por la inercia hasta los pies de los consejeros. 

La oscuridad engulló el despacho salvo por el haz de luz que se filtraba desde el pasillo exterior por la puerta abierta. Mel se quedó muda, impactada por lo que acababa de ocurrir pero no se le pasó por la cabeza hacer ninguna pregunta inadecuada. Sabía lo que aquello significaba. Se adelanto un paso y su mano se posó en el hombro de Jayce en señal de apoyo.

-Le prometí que lo destruiría.- explica Jayce con un hilo de voz, apunto de quebrársele ésta, pero aguantando, por ahora.- No sabía si tendría fuerzas para hacerlo…creo que hubiéramos conseguido utilizarlo para…para salvarle. Pero ahora…ahora no importa. Es lo menos que puedo hacer por él.- sus manos se han tornado blancas de aferrar el mástil del martillo, fruto de la ira y la frustración. Mel baja su mano en una caricia por su brazo y se llega hasta las manos del consejero, girando entorno a él para situarse cara a cara y obligarle a mirarle a los ojos.

-Has hecho lo que debías. Por tu amigo. Por Piltover. Ahora tienes que ser fuerte, Jayce. Esta ciudad te necesita, debes darles el futuro brillante que les prometiste.- la Medarda alza sus palmas para acunar el rostro del consejero y sus miradas se cruzan, abatidas la de uno y luminosa la de la otra que a su vez recibía algo de luz exterior y se reflejaba en sus áureos adornos. La calidez de la morena logra calar en el abatimiento del hombre y éste relaja su tensión, posando con suavidad la cabeza del martillo en el suelo, al lado de sus pies.

-Debemos honrar el tiempo que pasamos junto a los que hemos perdido…y aprender del pasado para continuar. El progreso no espera por nadie, esta ciudad…-junta su frente con la de la consejera, apretando sus manos con las suyas, suspira profundo.- Esta ciudad merece sanar.

Mel se ríe un poco con la última frase del consejero y sus dientes son blancas perlas que iluminan las noche, su risa aire fresco que da alas para sobrevolar la tragedia.

-Esa frase no es tuya, seguro ¿a quién se la has robado, truhán?-le recrimina con tono divertido e inteligente.

Jayce exhibe una sonrisa sesgada, un leve rubor acude a sus mejillas, sabiéndose descubierto.

-Es de una buena amiga. En su momento no lo entendí pero ahora si.-reflexiona el inventor cerrando los ojos.

-Pues esa amiga tuya…tiene un pico de oro, no deberías dejar que se fuera muy lejos. La gente necesita más que nunca un discurso al que aferrarse, una mirada que les de seguridad. -recomienda, ladina la consejera, por supuesto sabía muy bien de quién estaban hablando- Caitlyn Kiraman podría ser un modelo a seguir para todo Piltover, una muestra de que todos somos iguales ante la tragedia.- añade pensativa.

El consejero alza los párpados para poner los ojos en blanco y besa los nudillos de la consejera antes de darle su mejor sonrisa.

-Tienes razón y aún tendrás más razón cuando esta pesadilla termine y empecemos a recuperarnos. Pero esta noche…esta noche no quiero más política.- desvía el tema y le coloca unos cabellos por detrás de la oreja a la consejera, quien pone una mirada de piedad para con el inventor y deja caer su cara sobre los dedos de Jayce, disfrutando de la caricia.

-Tu ganas…aún queda encontrar a mi madre y a la Kiraman antes de que sea tarde, veremos qué hacer por la mañana.- y empieza a tirar de las manos del presidente del consejo para conducirlo a la salida.

Éste se deja llevar cargando su martillo al hombro con un ágil movimiento y va caminando afuera del despacho, un poco retrasado con respecto a Mel, mira hacia atrás una última vez, hacia los pedazos de…su milagro de hextech, desperdigados por el suelo como si nunca hubieran sido nada más que…una ilusión.

-Adiós, amigo.- despide el inventor en un susurro triste, resignado…pero sincero.

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En el interior de la Última Gota el ambiente era opresivo, casi se podía sentir el aroma de la muerte como si fuera una sustancia pastosa, viscosa y hedionda que se pegaba a la piel…como fango en el que uno se hundía con una mezcla de asco y desesperanza.

Caitlyn estaba recostada contra la barra del local, en el suelo con la pierna y el brazo izquierdos estirados sobre el suelo, ambos eran un amasijo de piel y huesos quebrados, informes y sangrantes, especialmente la rodilla. El dolor era intenso, agudo, inconstante, lo cual era bueno por un lado ya que hacía más difícil que perdiera la conciencia…y por otro lado era horrible porque la alejaba del descanso que supondría quedarse simplemente dormida…esperando el final. 

La que si dormía sin placidez alguna era Jinx, tapada con todo lo que Ekko había podido encontrar, abrigos, fajines noxianos e incluso trapos, el chico del pelo blanco había intentado, por recomendación de la vigilante, abrigar a la zaunita para que no perdiera temperatura corporal. Ekko había aguantado la presión en la herida todo lo que había podido, parecía que el corte había coagulado por si mismo, pero no tenían nada para coser e igualmente, si había daños en órganos internos, poco podían hacer con una aguja e hilo. La chica se agitaba en sueños con la cabeza apoyada en las piernas del moreno, parecía presa de unas terribles pesadillas.

-Tiene la frente muy caliente.- comenta Ekko con un tono sombrío, más allá de la angustia, alza la vista de vez en cuando a Caitlyn, la única de los presentes con algo de conocimientos básicos de medicina. 

La vigilante sacude la cabeza un poco luchando por despejar su embotada mente aunque al hacerlo siente una nueva punzada de dolor en sus extremidades dañadas. Se remueve un poco y lucha por recolocarse la bolsa de gel refrigerante con la mano buena sobre la rodilla destruida. Estaba convencida de que si frenaba la inflamación tal vez podría salvar los tendones y con ello facilitaría la reconstrucción cuando pudiera llegar a un hospital…

Si es que llegas…- sobreviene un pensamiento torturador y deprimente el cual la vigilante descarta chasqueando la lengua y centrándose en hacer lo único que podía hacer.

-Ti-tienes que buscar agua fría y ponerle un…un paño en la frente…intenta que beba agua y…así la deshidratación irá más despacio…-responde la del pelo azul enfocando su nublada vista en la pareja.

Ekko no pierde tiempo y busca un bulto de ropa para poner tras la nuca de Jinx y se levanta para rebuscar ruidosamente en todo los armarios del local hasta dar con lo que buscaba. Volvió con un balde lleno de agua y varios trapos casi limpios para Jinx y se acercó hasta la vigilante para tenderle un vaso también a la vigilante.

-Tu también tienes fiebre, estás casi tan pálida como ella.- apunta el líder de los Fireligths ayudando a Cait a tomar el vaso con su mano buena ya que se dio cuenta de que apenas enfocaba la vista.

-Estoy bien.- miente, últimamente se estaba volviendo toda una costumbre. Pero toma el vaso y se da cuenta de la sed que la consume, bebiendo la mitad de éste de un sólo trago.- Gracias…-musita un instante después, sosteniendo la mirada oscura de Ekko quien le devuelve el gesto con un asentimiento de cabeza. Tras eso se va al lado de Jinx y sigue las instrucciones de la de Piltover, mojando y escurriendo el paño para ponerlo en la cara de la chica, tratando de enfriar su rostro.

-¿Sabes? Esto es un poco absurdo ¿no? Mantener el cuerpo caliente mientras enfriamos la cara, parece una broma de mal gusto.- suelta de repente el chico de Zaun con un tono neutro, ambiguo que Caitlyn no supo cómo interpretar.

-Lo primordial es tratar de proteger las partes vitales, por eso intentamos estabilizar su temperatura, pero la fiebre es muy dolorosa, podría removerse y hacerse mucho daño si sufre a causa de ello y…-interrumpe su técnica explicación cuando se percata de la hilera de blancos dientes que Ekko mostraba y entonces se cayó en la cuenta de que el zaunita le estaba tomando el pelo.- Tu y Vi compartís el mismo sentido del humor por lo que veo…-susurra fastidiada aunque con media sonrisa dibujada en el rostro.

El chico engrandeció su mueca y negó con la cabeza haciendo que sus cabellos se agitaran alocadamente para luego volver con gracilidad a su lugar, ligeramente inclinados hacia delante.

-No te enfades, supongo que éste lugar nos hizo así. Cínicos y…

-…y tozudos. -completa Cait sus palabras pensando en sus propias batallas con la pelirrosa- Si, lo sé. Es vuestra armadura, siempre oscilando entre la broma y la amenaza.- analiza con un suspiro comprensivo.- Cualquier cosa para que no os vean llorar ¿no? Ser tan duros tiene un alto coste también…

-Ella…no era así.- interrumpe Ekko acomodándose junto a Jinx y, con un temblor en la mano, la pasa cuidadosamente por la mejilla de ésta con el dorso de la misma, con tanto cuidado como si estuviera acariciando el más fino cristal, como si temiera romperla.- Ella…Powder era…frágil y…dulce y…estaba…siempre tan viva. Siempre reía…incluso los días malos ¿sabes? Cuando algo salía mal, cuando Mylo y Claggor se burlaban de ella…si lloraba, lloraba como una niña pequeña, lo era, claro. Lo éramos. Pero al cabo de un rato volvía a su felicidad…era su estado natural. Nadie podía arrebatárselo.- un nudo en la garganta de Ekko se va formando mientras habla, sus ojos se empañan de lágrimas que Caitlyn no puede ver pero si sentir. La comprensión va calando en la vigilante que lleva su mirada entre uno y otro, guarda silencio, deja que el chico hable.

Finalmente las lágrimas abandonan los párpados del zaunita, silenciosas y amargas.

-Pero hasta eso nos lo han quitado. La sonrisa. La felicidad…la inocencia…todo lo que teníamos. No era fácil ser un niño en Zaun pero éramos…éramos una familia.- los dedos de Ekko se quedan vagando en la superficie de la mejilla y cuello de Jinx, tomando y soltando los cabellos sueltos que escapaban a sus trenzas.- Ojalá…ojalá poder volver atrás en el tiempo ¿sabes?- comenta con un atisbo de la más amarga de las sonrisas que atraviesa el sereno corazón de Caitlyn con la fuerza de una bala.

La vigilante va recomponiendo la vida de aquellos niños en su mente, había visto las pintadas, los juguetes, había visto los abrazos, las despedidas…las lágrimas vertidas por un pasado que se les había escurrido como agua entre las manos. Ella se creía desgraciada por casi haber perdido a su madre la noche en que Jinx hizo estallar el consejo. Los de arriba se creían heridos porque su sueño de oro y cristal había sido devastado con la facilidad con que cae un castillo de naipes…por contra estos niños…esta gente habían crecido sin apenas nada y lo poco que había construido…les había sido arrebatado tantas veces por causa u omisión de aquellos quienes debían protegerles…en lugar de eso les trataron como a ciudadanos de segunda, relegándoles a la oscuridad y a la inmundicia…creando el caldo de cultivo perfecto para que líderes como Silco y los barones químicos establecieran sus reglas, la ley del más fuerte…o del más traidor…o del que mejor sabía esconderse. Ese era el mundo subterráneo. Un mundo en el que parece que sólo naces para sufrir y que tu muerte sirva para el propósito de otro. 

Caitlyn lo veía tan claro como el agua del vaso que observaba, tan cristalino como las lágrimas que rodaban por la cara de Ekko…pero ¿Cómo podría explicarlo arriba? No podía…no la creerían, no les interesaba…y tampoco podía juzgarlos porque ella misma había preferido vivir ciega, creyéndose mejor que sus congéneres sólo por tener una idea sobrevalorada de sí misma…la más lista, la mejor tiradora, la más perspicaz…su altura moral le había impedido ver que los demás también tenían sus propios puntos de vista…incluidos los zaunitas. ¿En qué medida se podía considerar ella mejor que cualquier otro habitante del distrito superior? Sólo era una niña bien que quería impresionar a sus superiores cometiendo la estupidez de sacar a una criminal de prisión…porque tenía una corazonada. Que tonto sonaba ahora…

-¿Quieres a Vi?-la voz de Ekko interrumpe de golpe sus pensamientos, rompiendo todo su deprimente hilo deductivo, arrancándole una expresión de perplejidad tan genuina que no pudo más que contestar con la aplastante verdad.

-Si.-se sorprendió a sí misma por lo tajante de su respuesta, no la había meditado mucho, pero tal vez esa fuera la clave. Hay cosas que es mejor no pensar mucho.-Pe…pero no se si ella…-empieza a dudar, de nuevo le daba muchas vueltas al asunto la verdad.

-Ella también te quiere.- sentencia Ekko dándole una mirada llena de seguridad.

-¿Cómo estás tan seguro?- inquiere, dubitativa.

Ekko se encoge de hombros, incapaz de apartar su mano de las mantas que cubrían a Jinx, como si sentir su respiración calmara su ansiedad.

-He visto cómo te mira. Y cómo le cambia el tono cuando habla de ti…-musita rodando los ojos hacia ningún sitio, como si recordara.

-¿Y cómo es? -la eterna analista, Caitlyn quiere hilar tan fino como si pudiera desgranar la naturaleza humana como se separa dos cabellos de un mismo mechón.

Ekko se ríe con un espasmo ligero de hombros, casi una breve carcajada burlona.

-Es…vulnerable.-resume de nuevo usando ese tono tan ambiguo que era imposible determinar si aquello era algo bueno o malo.

Caitlyn guarda silencio largos segundos, termina su vaso de agua y lo posa con un sonido sordo en el suelo.

-Y tú…tú quieres a Jinx.-afirma, sagaz y con media sonrisa segura en la cara, que es respondida con una nueva mirada altanera del moreno.- Y no como a una hermana.-matiza luego para evitar la salida por la tangente del zaunuita.

El chico bufa y pone los ojos en blanco, negando con la cabeza.

-Qué tontería…No me conoces de nada, vigilante ¿de dónde te sacas eso? Ella es mi familia, no quiero perderla, eso es todo…- miente, Caitlyn lo sabe, lo hace casi tan mal como Vi.

-También hay vulnerabilidad en tus ojos cuando hablas de ella.- sentencia con dureza, dando la conversación por terminada en este punto, se recuesta con aire triunfante hacia atrás para acomodarse como puede, disfrutando del silencio del otro, que le confirmaba que había dado en el blanco. Un disparo perfecto.

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Jadeando con el corazón en un puño, Vi tardó relativamente poco tiempo en llegar a su destino. Lo que había sido la  Señal que daba nombre al lugar más oscuro de Zaun, la cual ella misma había destruido yacía al fondo del agujero echa un amasijo de hierros y cristal. La bajada fue más peligrosa que de costumbre, con todas aquellas vigas afiladas en una posición poco estable y cada vez que la zaunita se rescolgaba de alguna ésta parecía tambalearse amenazando con derrumbarse aún más pero ésta vez aplastándola con su peso. 

Por suerte esto no ocurrió y al llegar abajo de un salto, Vi soltó apenas un quejido al tocar su rodilla en tierra y se incorporó sin permitirse perder ni un instante de tiempo, bajándose la capucha para sacudir su cabellera y mirar alrededor. Ahora necesitaba orientarse pues con la destrucción de la estructura tendría que ver por dónde llegar al lugar que buscaba. Llevó sus dedos al bolsillo del pantalón y comprobó que lo que guardaba en su interior seguía a buen recaudo allí y retomó la marcha, saltando y pasando por debajo de los múltiples hierros hasta superar los obstáculos y continuar hacia la zona de chabolas y casas construidas en grietas donde los adictos al shimmer pasaban el síndrome de abstinencia entre gemidos y llantos.

Más allá de aquel cañón originado por la tragedia del rio Pilt, Vi distinguió la caseta que buscaba. Era una estructura solitaria, como la casa de una bruja en un claro de un bosque y en cierta manera…así lo era.

Llegándose hasta la ventanilla, Vi alzó el puño…dudó un instante, le tembló el labio pero finalmente tomó aire y tocó la madera provocando que la persona que vivía en su interior abriera prontamente la exclusa para atender a su cliente. De esa criatura sólo se podían distinguir dos hileras de dientes amenazadores, nadie sabía qué clase de criatura era la boticaria, pero tampoco nadie tenía ninguna intención de traspasar ese umbral para averiguarlo. Hay secretos que es mejor no conocer.   

-¿Dolencia?- pregunta con aquella voz que vagamente recordaba a una mujer, gutural y primitiva.

-Dos personas…una sangra por una herida en el abdomen.- rememora con un nudo en la garganta la zaunita.- La otra ha sufrido tortura por martillo, en la mano y en la pierna.- aprieta los puños y la mandíbula, tratando de controlar la rabia que amenazaba con consumirla desde el interior. La ventanilla se cierra con un estruendo.

Sabía que de nada servía esa ira…la violencia no era la solución. Nunca lo era pero en este caso…menos que nunca. Era el tiempo de solucionar las cosas…de hacerse responsable de verdad de lo que sucedía. La cuenta había sido echada y ahora había que pagarla…el precio de la guerra. Vander le había dicho que en la guerra hay que saber lo que uno está dispuesto a perder. Y Vi ya lo sabía. Pagaría el precio, pero no dejaría que otros lo decidieran primero. No iba a perder a Powder de nuevo…ni tampoco iba a dejar que Caitlyn tirase su vida por la borda por…ella. No merecía la pena.

Tras unos instantes de cruenta reflexión, la boticaria volvió a abrir la puertecita y dejó ver al otro lado de la reja dos botecitos de una sustancia con una débil brillo rosado.

-Paga.-como un eco de sus propios pensamientos, la metáfora no podía ser más apropiada, haciendo que incluso Vi, nada aficionada a los dobles sentidos, dejara escapar una sonrisa sesgada teñida de amargura.

Extrajo las dos gemas hextech de su bolsillo y las deslizó por el mostrador hasta que traspasaron el umbral de su control y se perdieron en la oscuridad de la casa de la boticaria. Sin inmutarse, como siempre, la criatura empujó los frascos al otro lado de la reja y de golpe la ventana se cerró, dando por concluida la transacción.

Vi se apresuró a tomar los frascos y ocultarlos en sus bolsillos temerosa de que los adictos olieran la sustancia y hundió las manos en sus bolsillos para darse la vuelta y abandonar el lugar, de vuelta para salvar las vidas de las dos personas que más había querido en su vida…sabiendo que lo que acababa de hacer haría que tuviera que abandonar a una de ellas para siempre.

-Siempre me quedará el tiempo que pasamos juntas…lo siento.-  lamenta la zaunita sólo en su cabeza, consolándose vanamente, tragándose sus lágrimas hacia el fondo de su alma para que no volvieran a salir.- Es…el precio que estoy dispuesta a pagar.

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